América Latina y el Caribe atraviesa un momento decisivo. En medio de la incertidumbre global, las crisis recurrentes y los retos internos, la región también muestra fortalezas: avances en educación, cobertura de servicios básicos y reducción de la pobreza. El nuevo Informe Regional sobre Desarrollo Humano 2025 del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) destaca que estamos “bajo presión”, pero también con la posibilidad de transformar esas presiones en impulso para un futuro más resiliente, inclusivo y sostenible.
En el caso de México, los logros son claros. Desde 1990, el país ha incrementado en 18.1 por ciento su Índice de Desarrollo Humano (IDH), mejorando en esperanza de vida, escolaridad e ingresos. En 2023 alcanzó un valor de 0.789, situándose en el grupo de desarrollo humano “alto”. Estos avances muestran que el país ha expandido capacidades y oportunidades, y que cuenta con bases sólidas para dar el siguiente salto en su desarrollo.
Los desafíos persisten: una de cada cuatro personas aún enfrenta privaciones múltiples y cerca de un tercio se encuentra en situación de vulnerabilidad. Pero precisamente allí surge la oportunidad: fortalecer la movilidad social y generar confianza en que es posible construir un futuro más equitativo.
La revolución digital es uno de los campos donde México tiene un enorme potencial. Hoy 24 países de la región ya usan inteligencia artificial en salud, educación, seguridad y servicios públicos. Para México, invertir en conectividad, educación digital y marcos éticos sólidos puede convertir a la transformación tecnológica en un motor de inclusión y resiliencia, garantizando que nadie se quede atrás.
El cambio climático, otro gran desafío, también puede convertirse en una palanca de desarrollo. México cuenta con una riqueza en biodiversidad y un potencial energético que, bien aprovechados, pueden sostener una transición verde justa, generadora de empleo digno y bienestar comunitario. Cada paso hacia energías limpias y hacia la protección ambiental es, a la vez, una inversión en resiliencia y en prosperidad compartida.
El informe “Bajo presión: Recalibrando el futuro del desarrollo en América Latina y el Caribe” nos invita a situar la resiliencia en el centro del paradigma de desarrollo. En México, esto implica tres prioridades que son también grandes oportunidades. La primera, fortalecer la protección social y los sistemas de cuidado para que nadie quede rezagado frente a crisis económicas, climáticas o sanitarias. En segundo lugar, invertir en infraestructura digital y competencias tecnológicas para asegurar que la innovación sea sinónimo de inclusión. Y, por último, impulsar una transición verde justa, que combine sostenibilidad ambiental con empleo de calidad y desarrollo local.
Desde el PNUD trabajamos con el Gobierno de México y con las comunidades para traducir estas prioridades en acciones concretas. Lo hacemos a través de políticas públicas con enfoque de género y territorio, del impulso a la infraestructura digital y las competencias inclusivas, y de la movilización de financiamiento y alianzas para la transición verde.
Nuestro compromiso es claro: acompañar a México a transformar las presiones en oportunidades, las vulnerabilidades en resiliencia y la incertidumbre en confianza. Porque un México resiliente es posible, y será la base de un futuro más justo, sostenible y lleno de oportunidades para todas y todos.