El 10 de mayo de cada año se festeja el día de la madre, fecha que nos permite reflexionar sobre lo que significa la mujer que nos dio la vida, desde una perspectiva simbólica como una excelente oportunidad para recapacitar ante nuestras actitudes y comportamientos. Desde luego, es una de las fechas que permiten reforzar estereotipos tradicionales de género, promover el enlace entre la familia así como observar la falta de políticas públicas eficaces en salud maternal y protección frente a la violencia que viven la mayoría de ellas en nuestra sociedad.
Lo cierto, es que el mexicano celebra con toda intensión de mostrar a la gente su amor a la mujer de quien vio su corazón antes de nacer; por su parte, los vividores de la política suelen apelar a la figura de la madre para obtener una cercanía con el pueblo y acrecentar su capital político, simulando diversos actos publicitarios para reforzar tanto valores familiares como sociales.
En contraste con la celebración, la propaganda política deja mucho que desear, comenzando con sus discursos huecos, repartir flores en las calles, visitar a diversas familias y líderes políticos que pueden representar algo dentro de su capital político y al siguiente día, regresan a su vida rutinaria, olvidándose de este sentimiento falso que mostraron a la población en este día tan importante para la mujer que nos dio la vida.
Los políticos son de una memoria tan pequeña, que no logran analizar y mucho menos preocuparse por los millones de madres que enfrentan pobreza, violencia, desempleo y la discriminación de género, todo esto se revela en la vida diaria en el cual revindican deliberadamente en fechas como estas, dejando a la mujer fuera del contacto político, económico y social.
Lo que se espera es hacer conciencia en la autonomía y libertad real de la mujer, alcanzar el derecho equitativo, generar un cambio cultural de interpretación real de nuestras costumbres en donde la imagen de la madre es la vida y no un medio de vivir.