Al parecer no solo hay amor de verano sino que también hubo un éxito de verano que nadie vio venir. Sin duda, este rompedor de audiencias se dio en Netflix con la película musical Las Guerreras k-Pop (KPop Demon Hunters) de Sony Pictures Animation.
La cinta trata sobre una banda de k-pop de cuya música depende el destino del universo. Pese a que su trama no descubre el hilo negro, cuenta con canciones pegajosas incluso para aquellos que no son amantes del género, su narrativa es amena y la animación mezcla las convenciones del anime oriental con la más novedosa textura estilo Spiderverse, de la misma casa productora.
Rumi, Mira y Zoey conforman una banda llamada Huntrix, a la par que son guerreras que luchan en el campo de la energía contra demonios que quieren conquistar el mundo. Las chicas están a punto de lograr su cometido y vencer definitivamente a los seres malignos, cuando de pronto aparece una boy band que en realidad está integrada por demonios, quienes llegan a competir contra ellas para robar las almas de los seres humanos y sus fans.
A esto se suma una dificultad: Rumi, quien combate junto con sus amigas al mal, en realidad es hija de una guerrera y de un demonio. Por lo cual, en su cuerpo lleva las marcas características de sus rivales. Ella lo ha mantenido oculto desde siempre, confiando en que al vencer al mal logre deshacer ese rasgo de su fisonomía.
La trama es predecible y no aporta en apariencia nada nuevo. No obstante, llama la atención que en tan solo 90 minutos y una fórmula conocida logre el éxito que a últimas fechas no han logrado con productos originales las vacas sagradas como Pixar y Dreamworks. Quizá su virtud sea precisamente que no busca trasformar paradigmas o hacer que sus espectadores adopten algo que per se ellos ya son.
Música, animación y brevedad: la película no descubre el agua tibia, pero usa los elementos que ya forman parte de la cultura Z y logra su unidad cinematográfica al combinarlos con eficacia.
Y esta mezcla da por resultado que, a partir del romance, la lucha del bien contra el mal y un humor incesante y frenético, la animación se convierta en un narrador que sin mayores pretensiones intelectuales logra cautivar.
El éxito de Las Guerreras k-Pop también se explica por factores característicos de las sociedades en el metaverso: la “funa”, la cancelación, el éxito y desplome de los ídolos ante cualquier sospecha de falla o de no apegarse al ideal. La protagonista Rumi sufre el desprecio de incluso sus “reales” al ser exhibida como una traidora por poseer las marcas físicas propias de los demonios, sin darle oportunidad a explicar o valorar todo lo que ha hecho ella enfrentándolos, lo que da para la reflexión con su reivindicación al final.
Pero la película no sólo trae clicks para la GenZ. Una que otra millenial o boomer serán cautivadas viendo cómo hoy en día las mujeres poderosas pueden ser sencillas, sin que se les exija una conducta impecable, capaces de eructar, hacer caras ridículas y sin tener que apegarse al canon de mujer exitosa y poderosa.
¿Será recordada en un futuro esta cinta? El tiempo lo dirá. Pero en el mundo de la inmediatez, el éxito es hoy. No es trending trascender en el tiempo cuando el vértigo se vive en el ahora y cuando la juventud emergente quizá vea un producto que por fin refleje sus propias inquietudes… y demonios.