Los imperios mediáticos modelan la información de tal manera que se consuma, independientemente si es sesgada, manipulada, fabricada o pagada. No importa el qué contenga siempre y cuando se venda. En Estados Unidos ahora los llaman -según un informe de 2017 de Reporteros Sin Fronteras- los “Big 6”, las seis compañías que controlan 90% de los medios de comunicación en ese país y, sin duda alguna, algunos de los más poderosos en el mundo.
A ver si le suenan estos nombres: Comcast, Walt Disney, News Corporation, Time Warner, Viacom y CBS. Rupert Murdoch, el dueño de News Corp, extiende su imperio desde Australia (Herald Sun, The Australian) hasta Estados Unidos (Fox News, Wall Street Journal, New York Post) pasando por el Reino Unido (BSkyB, Sun, Times).
Cabe entonces preguntarnos ¿quién genera la noticia? ¿qué noticia quieren ellos que leamos? ¿La noticia vende o no vende, es comercial si es noticia o no debería ser comercial si fuera noticia? ¿Qué tipo de noticia leemos y consumimos? ¿Cómo elegimos -mentalmente- qué noticias consumimos y qué fuente consultamos? ¿Podemos siquiera hacer ese ejercicio racional en el que nos preguntemos si lo que leemos en real o fabricado, es verdadero o es falso, es sesgado o es pagado? ¿Qué intereses están detrás del que genera cierta noticia? ¿Cómo sabemos o cómo nos damos cuenta que estamos ante una campaña de desprestigio mediático? ¿Habrá alguien que reciba dinero o algún bien a cambio de publicar información en contra de alguna persona o de algún grupo?
A propósito de la última pregunta -de si habrá alguien que reciba dinero o algún bien a cambio de publicar información falsa, mentirosa, calumniosa o tergiversada en contra de alguna persona o de algún grupo específico, refiero un libro que estoy leyendo titulado “Confesiones de un bot ruso”, en cuya portada aparece el siguiente texto: “Me he pasado unos cuantos años insultándote en redes sociales porque alguien me pagaba. Ahora quiero contarte cómo lo hacía”. Luego les contaré mi análisis de este libro.
Entonces, en algún punto de la modernidad, los empresarios entendiero lo que el famoso periodista polaco, Ryszard Kapuściński, afirmó “… cuando se descubrió que la información era un negocio, la verdad dejó de ser importante”. El negocio de la comunicación ha cambiado radicalmente la forma en la que leemos las noticias y, en el mundo de las redes sociales, la desinformación llegó para convertirse en propaganda contra el otro, tal y como sucedió cuando el Estado Nazi la usó para estigmatizar a los judíos.
Lamentablemente, lo que sucedió hace muchos años en Europa y, específicamente en el tema del Holocausto, en la actualidad se ha normalizado de manera inimaginable por el uso de las redes sociales. Y aunque ya hay voces que se levantan señalando la manipulación, el linchamiento y el odio on line, cada vez será más difícil recordar el mundo off line en el que no cabía el odio contra el otro impulsado desde las mismas entrañas de los medios de comunicación.