El “asombroso artefacto que nació hace cinco milenios, cuando los egipcios descubrieron el potencial de un junco al que llamaron “papiro””, es narrado por su autora, Irene Vallejo, de manera magistral. El tema es el libro, su historia, la de las bibliotecas, las de los papiros.
La extraordinaria narrativa de Vallejo nos lleva a los pasillos de los reyes en la antigüedad, a las referencias e historias, a las leyendas y a los autores. De Cleopatra a Alejandro Magno, esas primeras páginas de esta belleza de libro nos acercan a sus historias, a sus escritores, a sus leyendas y a los acontecimientos que fueron marcando la historia de la humanidad.
De Alejandro Magno, Vallejo dice: “Alejandro, el cazador de la inmortalidad, ha irradiado la leyenda que soñaba. Sin embargo, si me preguntaran -como decía Tolkien- cuál es mi historia favorita para contar junto al fuego, no elegiría las victorias ni los viajes, sino la extraordinaria aventura de la Biblioteca de Alejandría”. Y a partir de esta historia, el libro va creciendo en interés desde la exquisita narrativa de Vallejo quien va describiendo, a partir de pequeñas historias- los caminos que se siguieron tras la muerte de Alejandro Magno y la debacle del imperio de Alejandro.
La Biblioteca de Alejandría no nació para ofrecer -dice la autora- un refugio al pasado y su herencia. Era el esbozo de lo que hoy sería una sociedad globalizada cuya versión primitiva se llamó “helenismo”. Del mundo helenístico nos llegó, no sólo el conocimiento de la cultura clásica, sino la culturalización de la vida cotidiana según la vida y filosofía de los griegos.
Y fue en ese periodo de la primitiva globalización en el que el general y sucesor de Alejandro -Ptolomeo- puso en el centro del mundo antiguo a Alejandría y la Biblioteca que llegó a tener -según se sabe- más de cien mil ejemplares del mundo antiguo. El responsable de organizar todo eso fue Demetrio de Falero, el primer bibliotecario del mundo quien entendió el enorme reto que lo llevó a formar parte de la historia de la humanidad: “Demetrio debió de comprender que poseer libros es un ejercicio de equilibrio sobre la cuerda floja. Un esfuerzo por unir los pedazos dispersos del universo hasta formar un conjunto dotado de sentido. Una arquitectura armoniosa frente al caos. Una escultura de arena. La guarida donde protegemos todo aquelle que tememos olvidar. La memoria del mundo. Un dique contra el tsunami del tiempo”.
Eso es exactamente lo que significa una biblioteca y su importancia en la memoria de los pueblos.