La inusual y sospechosa felicidad del presidente Donald Trump no es una buena señal para los mexicanos tras el “Acuerdo de Entendimiento Comercial” que alcanzaron el pasado lunes en el marco de las discusiones para la posible renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) los representantes de Estados Unidos y México encargados de destrabar los temas del TLCAN, acuerdo preliminar que podría cambiar su nombre a “Acuerdo Comercial de Estados Unidos de América y México”, para así dejar atrás el acuerdo comercial trilateral vigente desde 1994, que el tal Trump siempre consideró como el peor acuerdo comercial de la historia de Norteamérica. En este pacto, queda por ver si Canadá decidirá incorporarse o mantiene su postura de permanecer al margen si el acuerdo no favorece a su país.
Trump necesitaba con premura un logro que le permitiera alzar la cabeza después del duro golpe que le propinó su exabogado Michael Cohen tras declararse culpable de cargos de fraude bancario, evasión fiscal y violación de las reglas de financiación de campaña electoral bajo las órdenes de Trump con el propósito de influir en las elecciones, confesión que ha colocado al magnate con un pie fuera de la Casa Blanca.
Un pacto que beneficie a Norteamérica le era fundamental y de interés mayúsculo para alcanzar a recuperar adeptos de cara a las elecciones intermedias. De ahí la urgencia de finiquitar la renegociación, pues habrá que recordar que tras el pacto se debe notificar al Congreso de Estados Unidos y éste dispondrá de 60 días para revisarlo y autorizar su firma por parte del Ejecutivo, es decir, que los tiempos están justos si se quiere presumir el nuevo Acuerdo Comercial. Están claros pues los motivos reales del júbilo manifiesto del presidente, quien ha sorprendido con sus tuits destacando la capacidad de negociación de los gobiernos entrante y saliente de México y sus menciones de que la relación entre los dos países es cada vez más estrecha, un país al que no hace mucho refería que albergaba entre sus habitantes a “criminales y violadores”.
“El mayor Acuerdo Comercial jamás realizado”, así fue como calificó el presidente estadunidense al entendimiento alcanzado con México. A reserva de revisar a detalle los acuerdos, -cuando decidan comunicarlos-, hoy sabemos que en el espinoso tema automotriz Trump se salió con la suya al llevar la negociación hasta el punto donde él quería para ahora obligar a México a llegar a una modernización y acondicionamiento para el que aún no está preparado, como el hecho de que tendrá que competir con salarios de 72 mil pesos al mes, si se toman como base los 16 dólares por hora que establecen como pago a trabajadores en el ramo automotriz. En lo que México habría salido ganando es en el tema de la estacionalidad que permitirá a los dos países vender sus productos en todo momento.
El Acuerdo dejó momentáneamente fuera de la jugada a Canadá. El primer ministro Justin Trudeau ha reiterado que solo si es bueno para su país firmará la modernización del TLCAN.
En este contexto, el tratado firmado en 1994 sigue vigente y el acuerdo bilateral anunciado estará en riesgo en tanto el Congreso de EU no lo valide, pues Trump solo tenía permiso de los congresistas para negociar un tratado trilateral y no como el alcanzado con México. Es decir, que el tema es político y será fundamental el cabildeo que puedan lograr los cercanos a Trump con los integrantes de la Cámara, que pueden echar por la borda todo lo alcanzando con el argumento de que no se renegoció un acuerdo trilateral sino uno nuevo bilateral que no estaba en la agenda. De ahí la importancia de que Canadá reconsidere su postura o la Unión Americana ceda a sus peticiones.
Lo que no tiene discusión es que hay tres ganadores en esta renegociación: Gana Trump, porque después de haber enfrentado la peor semana de su vida, consigue una cortina de humo que le permitirá presumir como un logro el Acuerdo con México, al tiempo que le da la posibilidad de meterse de nuevo a la pelea con miras a las elecciones intermedias que tendrá su país en dos meses. Gana Peña, porque es posible que los tiempos le alcancen para firmar el mencionado Acuerdo antes de dejar la presidencia, y por donde quiera que se le vea, significa un logro político internacional el legar una negociación (bilateral o trilateral) con actores del nivel de Estados Unidos y posiblemente Canadá. Gana AMLO, porque llegará a tomar posesión como presidente con la mesa servida, se evitará el desgaste de la negociación y tener que cargar con el costo político de lo que resultara de la misma.
Sin duda, los protagonistas se llevan las palmas. Y ¿quién pierde? Eso lo veremos en los próximos días cuando estemos en posibilidad de revisar a detalle las letras chiquitas de lo pactado.
@salvadocosio1