Deportes

La brutalidad de los machos de la especie

El único troglodita por el que siento una declarada simpatía —en el universo deportivo, esto es— se llama Éric Cantona. Creo haber garrapateado ya un elogio de su persona en estas líneas, amables lectores, pero me permito volver a evocar el episodio más inaudito de su carrera, a saber, cuando le soltó una patada a un agresivo aficionado inglés al salir expulsado de la cancha del Selhurst Park, en un partido del Manchester United contra el Crystal Palace.

Años después, y luego de haberse librado de una pena de prisión (de dos semanas) a cambio de realizar tareas para beneficio de la comunidad y de sobrellevar una suspensión de nueve meses en la Premier League, no sólo no mostró arrepentimiento alguno sino que dijo que le hubiera gustado “pegarle más fuerte”.

Son cosas que no se hacen, desde luego, pero hay que decir que el hombre no era ningún tonto y terminó siendo un activista social, aparte de actor. Y no se trata tampoco de hacer la más mínima apología de la violencia en un país, como el nuestro, infestado de escalofriante salvajismo.

Mucho menos simpáticos son los sucesos protagonizados por tantos otros deportistas que, al parecer, llevan excesivos niveles de testosterona en sus atléticos organismos. Nada ejemplar fue la agresión del Piojo Herrera contra Christian Martinoli. Le costó al director técnico de la Suprema Selección Nacional de Patabola también la correspondiente sanción y fue despedido.

El señor gobernador del estado libre y soberano de Morelos, un tal Cuauhtémoc Blanco, le asestó igualmente un puñetazo a David Faitelson y, menos desafiante que el futbolista francés referido en los párrafos de más arriba, pretendió excusarse balbuceando que la agresión había tenido lugar en un momento de “calentura”, o algo así.

Y, bueno, el último sainete de tan provista serie lo escenificó hace unos días el hijo de Jesús Corona, guardameta del Cruz Azul Fútbol Club A.C., quien, según cuentan, discutía airadamente con la novia hasta que intervinieron terceras personas y el chico, jugador en las categorías inferiores del equipo cementero, se sintió entonces obligado a golpear a un guardia de seguridad. Lo echaron, fulminantemente, por comportarse a contracorriente de “los valores de la institución”.

La brutalidad de los machos de la especie es la primerísima y gran causante de los males de este mundo. Y, qué caray, ciertos futbolistas dan la impresión de ser más toscos que los científicos y los poetas. Si tan sólo pudieran dejar la combatividad en la cancha, no ejercerla fuera…

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Román Revueltas Retes
  • Román Revueltas Retes
  • revueltas@mac.com
  • Violinista, director de orquesta y escribidor a sueldo. Liberal militante y fanático defensor de la soberanía del individuo. / Escribe martes, jueves y sábado su columna "Política irremediable" y los domingos su columna "Deporte al portador"
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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