Lamento que a mi edad cuando las fuerzas menguan y se piensa que quizá no vaya a haber otra solución que engendrar una nueva y verdadera revolución, otra vez armada, cuando la dictadura en ciernes se instale en el Palacio Nacional, ante la complacencia de las conciencias compradas y engañadas con dádivas que la justicia social que prometió revindicar la revolución de 1910 les negó en materia salarial, seguridad, salubridad, vivienda digna y más, sacrificadas en aras de la corrupción y la impunidad madre de fortunas de cientos de miserables que faltaron a su honestidad y cultivaron el caldo para una dictadura que se gesta vestida de transformación.
Ante esa desmedida avaricia la ciudadanía fue con mucho trabajo y resistencia de los poderes reales de México, generando contrapesos e instituciones autónomas, que con deficiencias procedimentales y con mañas que combatir para saltárselas cada vez más ingeniosas, buscaron la rendición de cuentas y la trasparencia, contrapesos que fortalecieran a cada poder de la nación, cuando estos fallaron en cumplir cabalmente la Constitución.
Ese cansancio silencioso de la ciudadanía fue capitalizado perversamente por una mente inculta, cargada de resentimiento y frustración que se asoció a una izquierda que se resistía a fenecer decepcionada de la falta de concreción en la realidad de la teoría ideológica que pregonaba.
Un congreso con mayoría simple irreflexivo, obediente, ignorante de su función, doblegado a una sola voluntad ha intentado hacer trizas a la Constitución, permitiendo acciones que la violan ante la promesa de eliminar todos los contrapesos y la división de poderes cuyo camino se ha iniciado nombrando a una ministra rabiosamente morenista, es decir radical dizque de izquierda, imposibilitada por su enajenación dogmática, a razonar en el marco de la ley para defender una Constitución que el país ha ido labrando desde 1810.
Esa es nuestra responsabilidad si deseamos que nuestros nietos y bisnietos y aún nuestros propios hijos no vean trasformar a México en otro país latinoamericano que sufre una dictadura soñada por un ladrón de esperanzas, por un comerciante de mentiras, por un demente que da atole con el dedo, un atole envenenado de traición.
Reflexionemos y trabajemos para evitar heredar un mundo miserable, y resentido.
