Nunca desde Luis Echeverría habíamos tenido un mandatario que sobara a los norteños tan a contrapelo. Por el desastroso manejo del asesinato de Eugenio Garza Sada, pero también por el giro hacia un discurso populista y estatizante que multiplicó la pobreza y endeudó al país por décadas.
Al día siguiente del atentado, los capitanes regios publicaron un desplegado en los principales diarios mexicanos que decía cosas así: “¿Hacia dónde nos llevan nuestros políticos demagogos que cada vez más vociferan y alardean de los sistemas comunistas? ¿Por qué aguantarnos asaltos, robos, asesinatos y terrorismo?”. Cuando Echeverría asistió al velorio, los gritos de “asesino” lo persiguieron por todo su recorrido, y ya en capilla no pocos cercanos a Garza Sada lo dejaron con la mano extendida.
El rompimiento no tuvo arreglo y los líderes regiomontanos decidieron juntarse no una, sino varias veces, a ver cómo acotaban las crecientes hostilidades federales. Las reuniones se hicieron públicas desde el cadáver del Excélsior, y el presidente acusó al grupo de golpista y le puso el mote de “los encapuchados de Chipinque”. Tres años después nacería, con todo el apoyo del Grupo Monterrey y con el fin de hacerle contrapeso a las políticas tóxicas de la dictadura tricolor, el Consejo Coordinador Empresarial.
Hoy el gobierno de López se parece mucho al de Echeverría, pero Monterrey sería irreconocible para los viejos fundadores: las cámaras se han convertido en menudistas de cabildeo y de aquellos aguerridos regios solo quedan las calles con sus nombres. Basta ver las nulas reacciones de los hoy habitantes de Chipinque ante la burda injerencia de López Obrador en la campaña por la gubernatura de Nuevo León, donde, al ver que su partido no podría ganarla con votos, decidió lanzarle a sus opositores —no por haber delinquido, sino por ser opositores— todo el poder del Estado a manos de una fiscalía cada vez más a modo.
No, Monterrey ya no tiene patriarcas que lo defiendan. Y eso podría ser una buenísima noticia, siempre y cuando nos demos por enterados y tundamos a esos masiosares en las urnas, aprovechando que hoy, en México, eso aún es posible.
@robertayque