Política

Para leer las encuestas

La retórica desde la oficialidad es clara: que se empuje, a como dé lugar, la inevitabilidad del triunfo de Claudia Sheinbaum para que el ciudadano se descorazone y no salga a votar. Y nada mejor para tal fin como mentir con la verdad de las encuestas.

La idea es que la esperanza, pues, esa que empuja a los ciudadanos a tachar las boletas soñando otro México, y que hoy se asoma desde los estadios llenos y jubilosos, las irreverentes tendencias en redes sociales y las marchas multitudinarias repudiando las tóxicas políticas del nuevo partido del Estado, cuyo presidente está haciendo todo lo posible por convertirse en vitalicio, se desdibuje bajo unos números crípticos y aparentemente irremontables.

La andanada ha sido feroz: mes a mes nos espetan ventajas de decenas de puntos a favor de la regenta, como si los números apuntaran claramente a su inminente triunfo. El último y muy mentado sondeo llegó la semana pasada. Su impacto fue cortesía de un diario de circulación nacional que se construyó como opositor a la vieja dictadura, y que justo se acaba de despojar de su encuestadora de cabecera. Su nueva iteración, además de otorgarle a López un inverosímil aumento en su popularidad, arrojó una ventaja de 58 puntos para Sheinbaum sobre 34 para Gálvez: más de 20 de distancia. Los asegunes comienzan, sin embargo, desde que vemos que la muestra apenas fue de mil adultos con credencial de elector vigente. Que fue levantada toda en vivienda, sin que sepamos el detalle fino —no es lo mismo cubrir la CdMx peinando Iztapalapa que la Miguel Hidalgo, y tampoco queda clara la distribución proporcional a lo largo y ancho del territorio nacional: cuántas encuestas se hicieron en la capital y cuántas en los diferentes estados, o en cuáles y en qué regiones—. Que tampoco se indica si hubo alguna corrección estadística para enmendar el hecho de que las casas que se dejan encuestar en vivo no suelen ser las de los aspiracionistas conservadores, hartos de vivir en Dinamarca, sino las de las clases bajas y media bajas, o sea, las beneficiadas por ese bienestar financiado con dinero público aunque entregado por los partidistas chalecos guindas. Que su tasa de rechazo fue del 47 por ciento. Que el 36 por ciento de la magra muestra aún no decide su voto. Que el 45 por ciento ni siquiera sabe cuándo serán las elecciones. Que, después del reactivo abridor: “¿Por quién votaría blabla?”, me quedé esperando un par de preguntas de control sin las cuales el dato queda en opinión sin confiabilidad: “¿Va usted a ir a votar?”; “¿Cuántas veces ha votado en elecciones federales antes?”

El asunto es que nadie debe tomar las aparentes brechas numéricas arrojadas por nuestras encuestas como hechos consumados, que allí los verdaderos hoyos son metodológicos —por no hablar de mala fe— y en modo alguno permiten medir con precisión por quién votarán efectivamente los ciudadanos este 2 de junio. A más de 20 años de que creímos haber sacado a la dictadura de los Pinos, los mismos sátrapas han regresado bajo distintas siglas, y no sobra recordar que esa misma indefensión y desesperanza nos quisieron vender entonces.


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Roberta Garza
  • Roberta Garza
  • Es psicóloga, fue maestra de Literatura en el Instituto Tecnológico de Monterrey y editora en jefe del grupo Milenio (Milenio Monterrey y Milenio Semanal). Fundó la revista Replicante y ha colaborado con diversos artículos periodísticos en la revista Nexos y Milenio Diario con su columna Artículo mortis
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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