El planeta necesita urgentemente reducir las emisiones de gases contaminantes. Esta afirmación es fácil de decir pero, como se ha visto a lo largo de los años, muy difícil de implementar.
Las razones principales por las que no se han logrado frenar las emisiones en la medida necesaria para evitar el aumento de la temperatura global son varias, y van desde la dificultad de los países para asumir acuerdos vinculantes, la complejidad para acometer la transición energética o la multimillonarias inversiones necesarias para transitar hacia economías verdes y menos dependientes de los combustibles fósiles.
Entre todas las propuestas sobre la mesa para reducir el ritmo de emisiones y transitar hacia economías limpias, el mercado del carbono parece la más prometedora, especialmente para regiones en desarrollo como América Latina y el Caribe. Estos mercados consisten en que los países realizan transferencias de reducciones de emisiones de forma voluntaria o vinculante entre ellos.
El precio o impuesto al carbono para que las empresas compensen su huella de carbono ha propiciado una demanda sostenida de créditos de carbono. En paralelo, las compañías privadas también vienen asumiendo compromisos corporativos y tienen la necesidad de mostrar su compromiso climático reduciendo, evitando y, en caso necesario, compensando sus emisiones. Esto genera una nueva demanda global para los créditos de carbono, y supone una oportunidad sin precedentes para la región.
La creación de un mercado del carbono regional generará nuevos instrumentos atractivos gracias a que aporta ganancias de escala, reduce costos y atrae masa crítica, factores determinantes para el funcionamiento del mercado.
Aunque todavía no se encuentran reglamentados, el acuerdo entre los países en la COP26 de Glasgow fue fundamental para que se comiencen a activar los mecanismos necesarios para su funcionamiento.
“América Latina podría jugar un papel fundamental en los mercados de carbono, especialmente dada su capacidad para ofrecer proyectos verdes y soluciones basadas en la naturaleza. Pero para aprovechar todo ese potencial, será fundamental contar con infraestructuras que permitan articularlo de manera eficiente”, ha dicho Jorge Arbache vicepresidente del Sector Privado de CAF.
Según Arbache, los mercados de carbono serán mucho más atractivos y cumplirán su función cuanto mayor sea la calidad de los proyectos y la credibilidad de los créditos, lo que requerirá sistemas de seguimiento, control, recolección y compilación de datos, así como una infraestructura para su funcionamiento. Esto incluye capacidades y capital humano y los servicios necesarios para el funcionamiento de la cadena de valor. En otras palabras, se necesitará una infraestructura costosa y compleja, tanto tangible como intangible, para que el mercado funcione realmente para atraer a vendedores y compradores.
En este sentido, CAF anunció que articulará la creación de un mercado del carbono en América Latina y el Caribe, de la mano de los bancos de desarrollo locales, con el objetivo impulsar la competitividad global de la oferta de créditos de carbono generados en la región, fortaleciendo las condiciones para futuros mercados voluntarios y regulados y ampliar su impacto en la generación de empleo, renta, nuevas tecnologías, clusters de negocios verdes y lucha contra la pobreza.
Entre las acciones inmediatas de esta iniciativa, denominada ILACC, están la elaboración de un diagnóstico regional sobre el mercado de carbono, la puesta en marcha Observatorio del Mercado de Carbono, la formación de un consejo científico, además de la creación del Foro Regional ILACC para ampliar la colaboración multisectorial que permita diversificar y ampliar la base de proyectos climáticos generados en ALC.
El mercado del carbono en la región puede suponer un balón de oxígeno para recorrer el camino de levantamiento de capital para frenar los efectos del calentamiento global. Los países desarrollados adoptaron hace más de una década el compromiso de financiar 100 mil millones de dólares anuales para proyectos verdes. De esta cifra, solo se han movilizado cerca de 80 mil millones, en una muestra de que se necesitan nuevos compromisos y sistemas de inversión más atractivos.
La región necesita seguir adoptando medidas innovadoras para hacer frente al cambio climático. A pesar de que América Latina es solo responsable del 10 por ciento de las emisiones de gases de efecto invernadero, será una de las regiones más afectadas por el calentamiento global: cambiarán los patrones de las precipitaciones, el derretimiento de los glaciares andinos y el aumento de niveles ácidos y marinos en los océanos Pacífico y Atlántico, entre una larga lista de eventos.
Robert Valls
Ejecutivo principal de Banco de Desarrollo para América Latina, CAF