Política

Generación Z: ruido, nueces y lecciones

El ruido:

Se esperaban cientos de miles: marcharon miles. Se esperaba la irrupción de jóvenes de la Generación Z: solo uno de cada 10 lo era. Se esperaba una protesta apartidista, pero los cachavotos no podían dejar pasar la oportunidad de, por lo menos, una selfi. Se esperaba que fuera pacífica, pero la violencia la manchó: 120 personas heridas, 100 de ellas policías. No es para cantar victoria, sino para compartir derrotas.

Se vendió en las redes sociales como el movimiento que haría “cimbrar al gobierno de Claudia”: fue la marcha que solo cimbró las plazas públicas de cinco ciudades: CdMx, Morelia, San Luis Potosí, Guadalajara y Monterrey. En otras ocasiones, las organizaciones y personajes convocantes han logrado reunir más seguidores; por ello, ahora llaman a un segundo intento, el 20 de noviembre, para ver si ahora “sí prende”.

Las nueces:

El hecho de que no fuera lo que se esperaba no desacredita ni un ápice la legitimidad de las demandas de la marcha. Hay que distinguir, como sugería Max Weber, los juicios de valor (prejuicios ideológicos, emociones sociales, intereses económicos y hasta dolencias psicosomáticas) de los juicios de hecho (el dato duro, la realidad terca y los agravios colectivos). La inseguridad, la extorsión, la corrupción son innegables. Se ha avanzado mucho; se están destinando programas, leyes, recursos y políticas públicas como nunca, pero un solo evento, como el lamentable homicidio del alcalde de Uruapan, Carlos Manzo, golpea la conciencia colectiva e incendia la pradera. Sin embargo, hay que continuar. Que esos eventos sirvan para tomar fuerza y avanzar, no para retroceder ni mucho menos para rendirse. Así se camina frente a la adversidad: un paso atrás, dos adelante.

Aunque no llenaron las plazas, hoy la Generación Z está en boca de la mayoría; es el colectivo de jóvenes que tienen entre 13 y 28 años, nativos digitales, sensibles a las causas sociales, escépticos y críticos del orden establecido (de izquierda o derecha), así como muy preocupados por los temas de salud, educación, cambio climático e incertidumbre laboral. Qué bueno que ya se volvieron verbo y acción, porque un segmento de esta generación ha sido carne de cañón de los cárteles, tienen sobrepoblados los centros penitenciarios del país y han dado lugar a un doloroso concepto: el juvenicidio.

Lecciones:

México no es Nepal ni Madagascar. Nuestra democracia está lejos de la perfección, pero tampoco es la putrefacción de los Estados fallidos. Aún tiene instituciones, leyes y capacidad de maniobra para procesar demandas legítimas, encauzar movimientos sociales y garantizar la gobernabilidad democrática.

Nuestra derecha tampoco es de primer mundo. Nacida, criada y cultivada en las zonas del confort palaciego, ahora que debe salir a la calle a defender los privilegios fiscales y presupuestales perdidos, el sol del mediodía la derrite, la sofoca y la agota.

No puede abandonar sus ismos identitarios: clasismo, racismo, elitismo y golpismo. Antes buscaban emperadores, hoy buscan importar un movimiento juvenil para derrocar a un gobierno legítimamente constituido; eso no se le hubiese ocurrido ni a Lucas Alamán, conservador inteligente. Al final, la lección es clara: ni el odio ni la ira son buenos consejeros para hacer política del lado de la gente.


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Ricardo Monreal Ávila
  • Ricardo Monreal Ávila
  • ricardomonreala@yahoo.com.mx
  • Coordinador de los senadores de Morena y presidente de la Jucopo / Escribe todos los martes su columna "Antilogía" en Milenio Diario
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