El pasado 5 de febrero se presentaron diversas iniciativas de reforma. Una de ellas concierne al Poder Judicial Federal y propone cambiar la elección de juzgadores por voto popular, cambiar el Consejo de la Judicatura Federal, garantizar una justicia pronta y expedita, garantizar el tope salarial con base en el sueldo del Ejecutivo Federal, mejorar los tiempos constitucionales y un régimen transitorio del que quizá lo más agresivo es que quienes actualmente están en funciones, dejen su cargo en cuanto entren quienes sean electos. Se argumenta que una causa de impunidad e injusticia en el país es la falta de independencia del poder judicial. Que se trata de una función distanciada que provoca deslegitimación ante la falta de capacidad o interés. Busca un pluralismo jurídico abierto, transparente participativo, gratuito y con vocación de servicio público para garantizar el debido proceso. Sin corrupción, impunidad, nepotismo, tráfico de influencias y abusos. Que el respaldo y legitimidad democráticos son necesarios para hacer valer sus decisiones, que el voto popular garantiza que ante la justicia se representen las diversas versiones que tiene la sociedad ¿en serio? ¿cómo andan los otros poderes en esos términos? Y bueno, dota de una gran responsabilidad a ese políticamente útil imaginario llamado pueblo.
En la carrera por entender cómo opera el cerebro humano y vincularlo cada vez más con la tecnología, la manipulación neuronal sigue avanzando. Ya se ha mencionado el surgimiento de 5 neuroderechos que proponen controlar la interacción entre tecnología y conducta humana: reservación de la identidad personal vinculada a la conciencia que tiene una persona de sí misma; a la no interferencia en la libertad de decisión; a la privacidad de los datos neuronales; a la equidad en el mejoramiento de la capacidad cerebral; y a la protección frente a los sesgos algorítmicos. Y bueno, la ficción se va emparejando con la realidad. Recientemente salió a la luz un proyecto de la empresa Neuralink, de Elon Musk, que consistió en implantar un chip en el cerebro humano que, a decir de sus creadores, permitirá a controlar dispositivos con el pensamiento.
¿Será que llegue un momento en que la tecnología proponga un chip para que los políticos documenten todas las demandas ciudadanas y recordar todo lo que prometen? ¿que revelen las verdaderas intenciones desde la campaña hasta el desempeño de su cargo? Parece ficción, como en su momento sucedía con mucho de lo que la tecnología hoy nos muestra. Pero para una sociedad harta de inconsistencias, promesas, de ver pasar generaciones junto con las oportunidades, de decretos y reformitis, quizá no sea tan descabellado.