“Es mejor un mal arreglo que un buen pleito” se dice coloquialmente para evitar seguir con un tortuoso camino de tiempo y dinero que, además, no garantiza justicia. Una especie de válvula de escape que permite concluir muchos conflictos en los que “de lo malo, lo ganado”. Sin embargo, muchas personas ni siquiera se acercan a la justicia, ya sea por dinero, tiempo, burocracia o desconfianza de las instituciones, tal y como lo ha reportado el INEGI con motivo de la famosa cifra negra de delitos de los que solamente uno de cada diez se denuncia. La gente ha aprendido que cuando tiene un problema de justicia, es preferible aprovechar la exposición en en medios que es por demás lejana a una controversia resuelta por la autoridad jurisdiccional o al llamado litigio en medios que hasta hace unos años podía ser controlado y visto en los medios de comunicación tradicionales para impactar en la opinión pública, a pesar de que en la mayoría de los casos se trataba de situaciones ajenas al día a día de la ciudadanía.
Con la democratización tecnológica y el surgimiento de las redes sociales, el horizonte de medios se amplió. Ya no se necesita de una empresa de comunicación con edificios y antenas gigantes para transmitir información en tiempo real, ni de un abogado para poner en la palestra un problema de justicia. Basta un dispositivo electrónico conectado a internet. Es así como se dio el gran paso a la democratización de la justicia en medios que, a pesar de que algunas voces manifiestan su invasión a la función judicial, la interpretación y la función del derecho, se usa para rellenar vacíos de justicia en situaciones que ni siquiera tocan la puerta de la justicia, ni están en agenda nacional, aunque tampoco por ello dejan de ser eficaces y rápidos en las consecuencias que ocasionan. Para mucha gente se ha hecho más confiable presentar sus pruebas o, mejor dicho, ventilar un video o una foto con el delito, la corrupción, el fraude, etc., sin abogados, para lograr verdaderas consecuencias a favor de sus derechos, a través de la viralización en redes sociales y la presión generada a reputaciones políticas.
Estos mecanismos paralelos a la ruta formal de la justicia se han ido normalizando en un país en donde parece haber un catálogo de justicias según el orden de gobierno, la zona geográfica o el perfil socioeconómico de las personas y cada vez logran más de lo que la justicia formal debería. Un síntoma gravísimo al que los poderes judiciales no deberían ceder un centímetro. Ojalá nunca llegue el día en que se reporten resultados récord en materia de justicia, gracias a estas exposiciones ciudadanas en medios; que no pase lo mismo que con las remesas que hoy entran al país con números récord y se celebran como si fuera un logro de Estado, a pesar de que la ciudadanía también es quien realmente está entrando al quite.
Ricardo Coronaricardo.corona@koalsulting.com