En el campo de la psiquiatría hay una patología conocida como hibris o enfermedad del poder. Una de sus principales características es que las personas creen decir siempre lo correcto, saberlo todo; están en contra de quienes no comparten sus ideas y, como consecuencia, los ven como sus adversarios. Gente que pretende vivir en un ecosistema en el que siempre esperan escuchar lo que quieren que la gente les diga, sin tomar en cuenta lo que pase afuera. Puede generar complicaciones en una familia, un grupo de amigos, una oficina o cualquier otro grupo reducido. Pero el riesgo de sus efectos se multiplica cuando está presente en personajes que detentan poder público. Personas que cuando preguntan la hora, siempre recibirán como respuesta al unísono “la que usted quiera…”.
En la Grecia antigua se usaba la hibris para referir a la persona que ostentaba poder sin controles ni límites. Que quería ir mucho más allá de lo que el destino le había deparado. En la actualidad sería algo así como ver que en México algún representante de las funciones reconocidas en el artícuo 49 constitucional (Ejecutivo, Legslativo y Judicial) buscará incidir sin control ni límite sobre las demás funciones, para escuchar y ver lo que quiera que se diga y muestre, sin importar lo alejado que pudiera estar de la realidad.
A diferencia de muchas enfermedades para las que actualmente es difícil obtener cita médica, tratamientos o dinero para cubrir los gastos, la cura para la hibris parece más accesible, aunque no fácil. Simplemente hay que abrir los ojos a la realidad y dejar de creer que se posee una verdad absoluta a la que muchos aplauden por conveniencia ideológica más que convicción.
Los griegos castigaban la hibris regresando a la persona a esos límites que cruzó abusando de los más vulnerables, al lugar que le fue dado por el destino. Siguiendo con el ejemplo mexicano, sería como regresar a quienes buscan exceder a toda costa sus facultades y su influencia, al mandato que les haya sido conferido con base en la constitución. Pero eso hoy ya no sería suficiente y la impunidad ha mostrado por qué. El país se encuentra en un momento crucial de su historia, su presente y futuro, como pocas veces se había visto. Con una lucha de narrativas y percepciones masificados en canales virtuales como las redes sociales, que se han convertido en un verdadero campo de batalla de desinformación en el se busca imponer verdades, qué escuchar, qué ver, qué seguir, pero lejos de la realidad. El castigo para una hibris a la mexicana hoy, más que regresar al lugar que haya dado el destino, debería ser dar el lugar que se merezca en la historia, con una buena dosis de estado de derecho, realidad y consecuencias.