La Selección Mexicana de Futbol jugará contra su similar de Panamá una Final de la Copa Oro inesperada.
Sorprendente por dos lados: primero, porque tras el nivel mostrado en partidos anteriores a este torneo no se esperaba que llegara tan lejos; segundo, porque nadie apostaba por los canaleros para llegar a esta instancia y menos se pensó que el equipo anfitrión, los Estados Unidos, quedara fuera.
El primer asunto es el que me interesa. Sin lugar a dudas es muy meritorio que los dirigidos por el emergente entrenador Jaime Lozano (reemplazo del efímero Diego Cocca), se encuentren con enormes posibilidades de recuperar su sitio perdido como número uno de la Concacaf.
Lo han hecho con un gran carácter y con un enorme compromiso. Con estos dos enormes valores han sustituido su mediano nivel futbolístico, tanto colectivo como individual. Es lo menos que una Selección Nacional Mexicana debería de mostrar. Pero aun esto se había perdido.
Con esto por delante le ha alcanzado para llegar a la Final. Venció anoche en Las Vegas, hay que destacarlo, a la selección de Jamaica, que se había caracterizado en este campeonato por su capacidad para hacer goles. Nada los dejaron hacer, producto de una extraordinaria concentración y una compacta y sacrificada actitud defensiva.
Se observó también en este duelo de semifinales disciplina y un muy buen manejo de juego. Nunca se renunció al ataque pese a tener un cómodo 2-0 más o menos rápido. Y el tercer y definitivo gol llegó casi al final porque los cambios que hizo Lozano mantuvieron la competitividad de su grupo.
Los panameños que vencieron a Estados Unidos en penales juegan muy bien. Saben atacar, son rápidos, intensos y dinámicos. Pero si el equipo nacional mexicano repite esto que mostró contra los jamaiquinos seguramente recuperarán la autoestima del campeón de la región en la que tienen que ser campeones.