Política

Pasado, presente y futuro

Los hechos históricos poseen la característica de incidir de alguna forma en los hechos presentes. Sin duda, el pasado determina mucho del presente, para bien o para mal y, así, los que vivimos hoy tomamos nuestras decisiones sobre una realidad que es resultado de las decisiones de quienes nos precedieron. No se trata de que hoy nos falte la libertad, sino de que la libertad de hoy se ejerce en el marco de lo que heredamos del pasado. De la misma forma, en los hechos presentes los hombres de hoy dejaremos el marco en que vivirán las generaciones futuras.

Conviene preguntarse la relación entre los hechos históricos, nuestro conocimiento de ellos y las diferencias en el influjo de ambas cosas en la actualidad. Si tomamos hecho histórico no en el sentido restringido del hecho que se convierte en objeto de la ciencia histórica gracias a que existen documentos que lo dan a conocer, sino en el sentido amplio de hecho humano, podemos darnos cuenta de que una cosa son los hechos y otra lo que sabemos acerca de ellos.

Los hechos como tales son muy importantes. Pensemos por ejemplo en una invención tecnológica o en un cambio social. Pero la memoria de ellos resulta también importante y de alguna forma se constituye también en un hecho. Recordar los hechos históricos en un pueblo puede ser crucial para la unidad de dicho pueblo.

Considerando lo anterior, se presenta una dificultad cuando la memoria no coincide con los hechos. Esta falta de adecuación se puede dar por la natural limitación del conocimiento y la diversidad de puntos de vista sobre un asunto y es muy comprensible. Lo que constituye un problema, inclusive desde el punto de vista ético, es la tergiversación de los hechos por motivos de conveniencia política, económica, ideológica o cualquier otra. De esto resultan prejuicios y muchas veces graves injusticias.

Si entre los hechos históricos los hay que han aportado al bien común y la paz, los hay también los que han producido daños, pero la evaluación de ellos tiene que tener en cuenta cómo las personas y los pueblos adquieren o pierden conciencia de los diferentes aspectos de la vida individual y social.

Conocer la historia es muy importante, pero el acercamiento a ella, que nunca es perfecto, no debe dejarse llevar por intereses personales o de grupo, ni por ideologías. Menos es aceptable pretender usar la historia para enfrentar a los hombres los unos a los otros. La historia es maestra de la vida, siempre que la aprendamos con sensatez.

Pedro Miguel Funes Díaz

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