En el año 441 antes de Cristo fue escenificada Antígona, la tragedia de Sófocles, por primera vez. La obra ha pasado a la posteridad como importante referencia a un conflicto que suele presentarse a la conciencia humana en muchas ocasiones: obedecer un mandato o una ley humana considerada injusta o desobedecer en virtud de una ley considerada superior, divina.
En la tragedia, Antígona desobedece la disposición de Creonte, rey de Tebas, que había determinado que el cuerpo de Polinices, hermano de Antígona, no fuera enterrado ni se le realizaran los correspondientes ritos funerarios. El motivo de la prohibición era que Polinices había cometido serios delitos contra la ciudad. Antígona es arrestada.
El núcleo del conflicto es la naturaleza de la ley y la justicia. Creonte expone sus razones que se apoyan finalmente en la lealtad a la ciudad y a sus autoridades, necesarias para la cohesión y el orden de la misma. Antígona argumenta basándose en la primacía de la ley natural y de las leyes divinas, no escritas como las humanas. Con todo, Antígona es condenada a muerte, aunque se suicida antes. Sin embargo, a consecuencia de su inflexibilidad, Creonte verá también cómo mueren sus seres queridos y acabará arrepentido de su decisión
El conflicto entre la conciencia moral y leyes y determinaciones injustas de la autoridad, como se ve, es una vieja cuestión. Varios siglos después de Sófocles, el problema de fondo es planteado de modo explícito en la obra "Contra Celso", escrito hacia el 248 después de Cristo.
En esta obra, su autor, el erudito presbítero cristiano Orígenes, ante el argumento de que la asociación de los cristianos era contra la ley, aseguró que es lícito asociarse con el fin de oponerse a las leyes injustas, que comparaba con las leyes "escitas", de la ciudad de Escitia, que tenían fama de impías e irracionales.
En la actualidad este tipo de conflictos entre la conciencia y leyes humanas o disposiciones de algunas autoridades siguen ocurriendo con frecuencia. Así como en los antiguos sistemas monárquicos para resolver el asunto de fondo no bastaba la voluntad del soberano, así tampoco en las modernas sociedades democráticas basta el acuerdo mayoritario para dirimir las cuestiones.
En la enseñanza cristiana se tiene presente con claridad que las leyes injustas colocan a la persona moralmente recta ante dramáticos problemas de conciencia, por lo cual se sostiene que cuando alguien es llamado a colaborar en acciones moralmente ilícitas, tiene la obligación, y el derecho, de negarse. Esta es la base de la denominada "objeción de conciencia".