La semana pasada dije que de la obra pastoral de Francisco convendría rescatar el trabajo en favor de los pobres, el protagonismo de la mujer en la Iglesia y la agenda en favor del medio ambiente. La elección de Robert Francis Prevost, hoy León XIV, da para creer que mi observación no estaba tan desencaminada.
Que de manera consecutiva se haya elegido un Papa americano, abiertamente simpatizante de su antecesor, resulta ser un motivo de esperanza para los católicos practicantes y quienes expresan su fe en otras religiones. Van algunas ideas al respecto.
En su breve discurso en favor de “una paz desarmada y desarmante, humilde y perseverante”, León XIV dijo que “juntos tenemos que ser una Iglesia misionera, que construya puentes de diálogo”. El carisma de este tipo de Iglesia coincide con el talante humilde y sencillo de la congregación de los Agustinos, de los que el papa fue su líder. Tras 20 años de vivir en Perú aprendió que “el obispo no debe ser un principito sentado en su reino, sino que está llamado auténticamente a ser humilde, a estar cerca de la gente a la que sirve, a caminar con ella, a sufrir con ella y a buscar formas de vivir mejor el mensaje evangélico en medio de su pueblo”.
En el discurso también fue claro el guiño hacia el afán franciscano de impulsar una ecología integral: “Conservamos en nuestros oídos esa voz débil, pero siempre valiente, del papa Francisco. […] El mal no prevalecerá”.
Y si bien es cierto que pesan sobre él la polémica de haber autorizado el resguardo en un monasterio de Chicago de un sacerdote acusado de pederastia, así como el rechazo a la ideología de género por considerarla “confusa, porque pretende crear géneros que no existen”, también es bien conocido por promover la inclusión de laicos en reuniones de obispos y oponerse abiertamente a la política migratoria de Trump, a quien por medio de un post en equis le recordó que “JD Vance se equivoca: Jesús no nos pide que clasifiquemos nuestro amor por los demás”.
Aún es pronto para afirmar que León XIV se sumará a la lista de adversarios del Orangután Naranja de Queens, pero su labor misionera y el mensaje contenido en su primera homilía dan para pensar que será una piedra muy molesta que Trump batallará para sacarse del zapato.
