Dado que ninguno de los finalistas era mi equipo, ni conocía al artista del show del medio tiempo, del Super Bowl solo me alborotaba pasar la tarde en compañía de mis amigotes y sus familias.
De los pormenores técnicos del partido no diré nada, porque estoy fuera de la lista de los villamelones. De lo que sí puedo hablar es de la grosera rabieta de Travis Kelce –el novio de Taylor Swift– recogida por la televisión y pantallas del estadio. Sea por un descuido o impericia, Isiah Pacheco soltó un balón que desató los demonios que machacan la cabeza de Kelce. Tras ver la escena corrió hasta donde estaba Andy Reid –entrenador de los Chiefs de Kansas City– para externar a gritos su frustración y darle un empujón que le hizo tambalear. La escena, por decir lo menos, fue patética.
Como era de esperar, los reporteros preguntaron sobre lo sucedido. “Llegó en un momento en el que no estábamos jugando muy bien. Yo no estaba jugando bien y teníamos que hacerlo, teníamos que ponernos manos a la obra, y a veces esas emociones se me escapan. Esa ha sido la batalla de mi carrera”, dijo el grandulón. Por su parte, Reid, alcahueteando a su gorilita, dijo: “Me gustan los jugadores pasionales. […] Lo sucedido será un asunto privado entre Travis y yo”.
¿Por qué Reid no echó a Kelce del juego? ¿Por qué no solicitó al dueño del equipo rescindir su contrato? La razón es simple: la lógica de la competitividad a ultranza, dice Irene Vallejo, exige que nos convirtamos en triunfadores, al costo que sea. Se trata de mostrar los dientes, jamás evidenciar algún signo de debilidad, porque la bondad –dice Vallejo– “es una deficiencia de carácter, una insignia de perdedores”.
Desafortunadamente en el deporte profesional, la empresa, burocracia, universidad y muchos ámbitos más, el liderazgo que se premia es el que se muestra “arrogante, carismático y con colmillo”, porque “la bondad tiene una reputación aburrida, insulsa, moralizadora y pusilánime. [Este estilo de liderazgo] se elogia episódicamente, pero se devalúa por sistema”.
El liderazgo de Kelce es propio de las sociedades de mercado que entronizan valores como la productividad, eficiencia y el logro. Por el contrario, el liderazgo de la bondad es propio de sociedades cívicas que promueven la empatía, el respeto, la solidaridad y el diálogo, justamente, esos valores que se contraponen al liderazgo gorila de Kelce.