Como en otras ocasiones que decido escribir sobre alguna película de moda, me disculpo de antemano por mi falta de pericia como crítico de cine y lo hago más bien desde el análisis humanista que es donde creo ser experto.
Por supuesto el fin de semana fuimos a ver “Barbie”sin expectativa alguna, en primera instancia para acompañar a los miembros de la familia que sí tenían mayor interés y, en segundo lugar, como observador de las conductas sociales masivas de los seres humanos.
En este sentido, como evento de masas, más allá del tema mercadotécnico, me resulta sumamente peculiar cómo las personas tenemos la elección de seguir tendencias y montarnos en ellas, como respuesta circular a un inconsciente colectivo que busca la pertenencia o la identificación, de una u otra manera.
Señoras de todas las edades vestidas y maquilladas muy a la “Barbie”, chavos vestidos de “Ken”, una que otra familia que llevó niños a pesar de ser para adolescentes y adultos, personal uniformado de la imagen del filme, stands para tomarse la foto y cualquier cantidad de mercancías promocionales agotadas, fueron un pintoresco marco de las salas repletas en casi todo el país, incluyendo las dulcerías a reventar.
Cuando veo estas reacciones sociológicas de masas, igual que lo fue la expectativa del primer juego de Leo Messi en Miami, reitero mi creencia de que la agenda de los ciudadanos es muy propia y nada tiene que ver con la de los medios duros (hardnews) y mucho menos con la de la clase política. Los fenómenos masivos siguen siendo todo un tema de investigación.
En cuanto a la película, clasificada por la crítica como una excelente propuesta feminista, me gustó lo que escribió el HuffPost en su nota “La Barbie feminista de Greta Gerwig: así se reinventa un icono”.
“De hecho, la cinta ha recibido el distintivo de Especialmente recomendada para el fomento de la igualdad de género por parte del Instituto de la Cinematografía y de las Artes Audiovisuales (ICAA). Entre los méritos de Barbie para recibir esta calificación, el ICAA cita algunos a El HuffPost: ‘Promueve la igualdad de género entre hombres y mujeres; visualiza la discriminación de género; pondera valores feministas y critica el machismo’. Además, algunos vocales que otorgaron el distintivo a la película destacan que ‘visibiliza el daño que el patriarcado hace a los hombres’”, tomado de su publicación del 22 de julio pasado.
Más allá de estos comentarios, mismos que suscribo, al salir de la sala y comentar con quienes asistimos, me llamó mucho la atención una interpretación que ampliaba el espectro sobre la temática.
“Yo no creo que sea una película feminista, es una película que habla del individuo, del ser humano, para inspirar todo el potencial de lo que puede llegar a ser”, concluyó la mujer del grupo que asistimos.
Visto con esa mirada más profunda me queda una agradable sensación y me pregunto que pasaría si ¿todos somos Barbie?
Más allá del género y en una sociedad incluyente, en la que todos deberíamos tener cabida, aún tratándose de grupos “minoritarios”, sería maravilloso y un gran camino a la alegría de vivir, si todos tomáramos, sin condiciones, nuestro valor, por el simple hecho de ser, sin importar el hacer o el tener.
Que todos pudiéramos anhelar y alcanzar el poder ilimitado que tenemos como seres humanos, como hijos amados de Dios, buscando que nuestro propósito en la vida sea el de aportar valor, construir y llegar a ser todo para lo cual fuimos creados.
Si ese es el mensaje, vistámonos de rosa y seamos todos “Barbie”.