Contrario a la condición humana, a los usos y costumbres de la humanidad, a las añejas prácticas del mercadeo o el trueque, al pensamiento del ¿que me das a cambio? e incluso a lo que las religiones condicionantes y legalistas proponen, en la relación con Dios, como se muestra en todo el contenido de la Biblia, no se negocia.
En las décadas de los 70´s y 80´s que me tocó vivir mi niñez y entrar en la juventud, la religión solía proponer a un Dios castigador que se enfurecería si no hacías lo que las leyes y mandamientos obligaban.
Si no haces esto, Dios te va a castigar o, te vas a ir al infierno. Si haces esto, puede ser que te vayas al cielo. Un pensamiento condicionante y legalista que infundió miedo como forma de control ante sus feligreses.
Y esto no sólo es mi experiencia personal que podría ser subjetiva o sesgada por mi propio bagaje. Cuando entré al mundo de la recuperación de alcoholismo y adicciones, pude escuchar testimonios de muchas personas que perdieron la fe en Dios justo porque le tenían miedo o porque nunca les dio lo que esperaban, si hacían lo que en las iglesias les decían.
Para los fundadores del programa de los 12 pasos de recuperación (en la década de los 30´s) resultó más útil sugerir la necesidad de un Poder Superior como cada uno lo entendiera y que era el único a quien se le podía encomendar el devolvernos el sano juicio y el desatar las cadenas de la dependencia al alcohol o a las drogas.
Finalmente, conforme fui creciendo y avanzando en mis conocimientos, pude llegar a diferenciar lo que es la religiosidad y el legalismo como forma de control y adoctrinamiento, a diferencia de la espiritualidad y la fe que obra, en ese Dios de amor al que decidí entregarle mi voluntad y mis asuntos.
Así llegué al convencimiento de que Dios me ama desinteresadamente por el simple hecho de ser su hijo amado y que todo obra por su gracia. Descubrí que con Dios no se negocia y que yo no puedo obtener beneficios a cambio de promesas y sacrificios. Es la gracia de Dios y su propósito divino el que obra en mí y lo único que me pide es que yo me deje guiar.
Por eso cuando algunos cuestionan el programa de los 12 pasos diciendo que es religioso, la respuesta es no, no es religioso, es espiritual, es de fe y es de cambio de juicios y actitudes.
¡Como dice el paso dos del programa: llegamos a creer! Y como dice el mismo programa, tarde o temprano todos terminamos hablando de Dios.