El pasado fin de semana murió un joven físicoculturista e influencer de apenas 30 años de edad, aparentemente de un aneurisma cerebral, según informó su novia, lo cual conmocionó al mundo de este deporte y a las redes sociales, activando de nueva cuenta la discusión pública sobre el uso de esteroides anabólicos androgénicos y sus efectos secundarios.
Aunque la causa del deceso de Jo Linder, dicho por su novia Nicha, podría no tener relación con el uso de esteroides, a pesar de que el propio atleta admitió su uso y algunas reacciones secundarias, el debate en la opinión pública inevitablemente llevó a recordar que algunos de los efectos del uso de estas sustancias es la cardiomegalia (corazón agrandado), presión arterial alta y posibles eventos vasculares, entre otros.
Más allá de este caso, escribo sobre este tema porque me han preguntado si estas sustancias que se usan indiscriminadamente, pueden causar adicción.
Si bien los manuales diagnósticos como tal no indican una dependencia neurobiológica o adicción a los esteroides anabólicos androgénicos, su abuso tiene que ver con un trastorno mental denominado dismorfia corporal o dismorfia muscular, referida a la falta de aceptación de la imagen del cuerpo de la persona que constantemente se rechaza a sí misma.
Aunque el uso de estas sustancias está normalizado en las competencias de bodybuilding y en otros deportes de alto rendimiento y profesional, la realidad es que estos “fármacos” rondan alrededor de los gimnasios, clubes deportivos y centros fitness, casi sin restricción alguna y como un gran mercado informal o clandestino.
Combinados con una buena alimentación y ejercicio físico, suelen brindar potencia, resistencia y una mejor recuperación a quienes los usan, además por supuesto de cambios evidentes en la masa muscular, por lo que su consumo puede llegar a causar una dependencia psicológica, con la creencia de que si se deja de usarlos, se perderá toda la ganancia, momento donde viene el “enganche” y el abuso que puede llegar a tener consecuencias fatales.
Es por ello que se recomienda evitarlos y, aunque su uso está normalizado, la decisión de tomarlos exige una rigurosa supervisión médica y profesional, análisis clínicos y revisiones periódicas. En caso de consumirlos se deben tener objetivos bien claros, ciclos cortos y poco frecuentes, además de tratamiento psicoterapéutico en caso de que se desarrolle la dependencia psicológica a su consumo, junto con otros síntomas de la dismorfia corporal.
Es mejor aceptarse y trabajar en el autoestima que poner en riesgo la vida.