En estos meses que nos acercan al cierre del año, algo en el ambiente parece invitarnos a comprar. Entre ofertas, luces decembrinas, regalos anticipados, pagos adelantados y la presión social de “no quedarnos atrás”, el consumo se convierte en un reflejo automático.
Pero justo por eso, este es el mejor momento para hablar de un tema que afecta silenciosamente a miles de familias: las compras compulsivas, adicción a las compras u oniomanía.
Al igual que otras adicciones se caracteriza por el deseo imperioso de seguir comprando, a pesar de los daños que esto le está haciendo a sus finanzas, a su entorno, a sus emociones y a su familia.
Normalmente son compras innecesarias que surgen del impulso y que, en muchas ocasiones, una vez que se han adquirido, generan un sentimiento de culpa y los objetos suelen almacenarse y mantenerse sin uso.
La compra compulsiva no surge de la nada. Muchas veces nace de emociones no resueltas: ansiedad, soledad, estrés laboral, sensación de vacío o incluso la necesidad de sentir que “merecemos un premio”.
A nivel social, noviembre y diciembre se han vuelto meses de gatillos emocionales. El famoso “Buen Fin” que está terminando, las preventas, el cierre de ciclos, los intercambios, la presión de cumplir expectativas… todo alimenta un ambiente donde mezclar emoción con tarjeta de crédito es sumamente fácil.
Por eso, la verdadera prevención empieza antes de llegar a las tiendas o las plataformas digitales: comienza con una pausa consciente. Preguntarnos qué sentimos, qué necesitamos realmente y qué esperamos de esa compra. ¿De verdad lo quiero o solo quiero sentir algo? ¿Es un gusto o es un escape? ¿Puedo pagarlo sin comprometer enero?
Otra herramienta poderosa es planear. Hacer una lista de regalos, gastos fijos, cenas, actividades y fechas importantes permite ver con claridad lo que viene. No se trata de regatearle a la Navidad, sino de evitar que diciembre se coma la tranquilidad del siguiente año.
También ayuda revisar lo que ya tenemos: nuestra casa suele estar llena de “pendientes olvidados” que pueden servir más de lo que imaginamos.
Además, es importante conversar en familia. Hablar de límites financieros no es señal de carencia, sino de madurez emocional. Enseñar a niñas, niños y jóvenes a identificar deseos reales, a distinguir anuncios de necesidades, y a vivir estas fiestas desde la conexión humana y no desde la acumulación material, es uno de los regalos más valiosos que podemos darles.
Al final, prevenir las compras compulsivas no es un acto de prohibición, sino de libertad. Porque cuando elegimos desde la conciencia y no desde el impulso, nos acercamos a un cierre de año más ligero, más equilibrado y con más auténtica alegría de vivir.