Dentro de los múltiples juicios y críticas, tras la muerte del astro del fútbol, Diego Armando Maradona, por lo que algunos consideraron homenajes excesivos, me llamó la atención una frase de alguien que sostiene: “que Dios lo tenga a fuego lento”.
¿El infierno de Diego? Como especialista en adicciones les puedo asegurar que el infierno de Diego, él ya lo padeció y lo vivió en la tierra, por lo que a todos aquellos que tengan estos deseos infernales y castigadores hacia el mejor futbolista que ha dado Argentina y que los hizo campeones del mundo (para no entrar en polémica si Messi es mejor), les sugiero recordar que la adicción es una enfermedad mental que daña a quien la padece y al menos a cuatro personas alrededor de ella.
Cuando alguien llega por primera vez a un programa de rehabilitación como Alcohólicos Anónimos, Narcóticos Anónimos o similares, una de las primeras frases que se le dedican, conociendo el sufrimiento del que seguramente proviene, cae como anillo al dedo de este artículo que pretende que hagamos una reflexión sobre los estigmas que rodean a las adicciones: “no te prometemos el cielo, pero sí te ayudaremos a salir del infierno en el que vives”.
Una más dice que “no nos importa que tan bajo hayas caído, lo que hayas hecho en tu vida o de donde vengas, lo único que nos interesa es darte la posibilidad como a cualquiera de la agrupación, para que conozcas un programa de recuperación, que puedas salir de la enfermedad y aprendas a vivir hacia una vida útil y feliz”.
Realmente fue sorprendente para mí ver como en el mundo global de las redes sociales abundaron los memes y los juicios en torno a la persona que falleció el pasado miércoles y que fue merecedor de diversos homenajes por todo lo que dejó al deporte, al futbol y a su país en el plano competitivo.
¿Qué si Maradona tuvo una vida de excesos o fue una mala persona? ¿Qué como es posible que se le rinda homenaje a alguien con tantas acusaciones en su contra? ¡Que arroje la primera piedra quien no haya pecado! ¡Deja de ver la paja en el ojo ajeno y checa la viga en el propio!
Hasta donde sé, todos los homenajes de todo tipo que se han realizado desde que la noticia corrió como pólvora por todo el planeta, se le realizaron al futbolista, al 10 de la selección de Argentina que los llevó al campeonato mundial en México 86 y a quien, en su patria, en materia deportiva, es ya una leyenda que quizás pasen décadas para que alguien pueda igualar su legado en las canchas.
Cosas tan absurdas como cuestionar por qué se le hace un reconocimiento a alguien con una vida tan cuestionada y en su país nadie da un homenaje al sector salud por su lucha contra el Covid19 (lo cual ignoro si es cierto, porque si es como en México que se han rendido no uno, sino varios honores a ellos que han dado la vida, entonces es falso). Igual de increíble que es señalar que se le haya hecho un minuto de silencio justo en el día internacional contra las violencias de género, a alguien con tantas acusaciones de ese tipo en su contra, por el simple hecho que no pudo elegir una mejor fecha para fallecer.
En realidad, no es de extrañarse porque así de absurda es la condición humana, que mezcla la gimnasia con la magnesia o que sencillamente busca argumentos para ver siempre lo negativo y hacer polémica de todo, como buscando ser sobresaliente por ir en contra del resto. En mi caso no estoy defendiendo lo que Diego haya hecho con su vida personal, sino que, estoy cuestionando estas proyecciones sociales que hablan mucho de los resentimientos y rencores que guarda nuestra sociedad actual. Tampoco estoy diciendo que sea un semidios, aunque en Argentina se nombra como dios o como diosa a alguien para ponerlo como astro o estrella dentro del resto de los mortales, como lo fue Maradona, en las canchas y alrededor del fútbol.
Decía ayer en mis redes sociales @laalegriadevivirsinadicciones que, si esa vara es la que mide a las estrellas del firmamento, nos quedaríamos sin ninguna y enumeraba sólo algunas que se me ocurrieron de muchos ámbitos, en torno a las cuales sin duda también hay una vida llena de controversias como Freddy Mercury, John Lennon, George Harrison, Salvador Dalí, Rembrandt, Pancho Villa, Emiliano Zapata, José José e incluso en el mundo de las adicciones, los cofundadores de AA, Bill W y el Dr. Bob, entre tantos otros.
En septiembre de 2019 falleció José José y también escribí en Milenio un artículo relacionado con su alcoholismo y hoy, en ocasión de la muerte de Maradona, sostengo que sin importar lo que haya hecho en su vida personal, familiar o de negocios, siempre será recordado en el mundo del espectáculo como “El Príncipe de la Canción”.
Afortunadamente, así como existen esas proyecciones de la gente que sólo ve el prieto en el arroz, una amiga del Facebook me escribió en privado y es quien me motivó a hacer este artículo, recordando que la enfermedad de la adicción es una realidad, que debemos hablar de ella de frente y sin censura, además de lamentar todos los estigmas sociales que existen en torno a la misma.
Ella misma me mandó la frase del escritor argentino Roberto el Negro Fontanarrosa, que esta semana tras la muerte de Diego, recordó el director técnico, Pep Guardiola: “no importa qué hiciste con tu vida, sino lo que hiciste con las nuestras”.
Igual que me compartieron una cita de Maradona: “yo siempre quise ser un ejemplo en el deporte y lo logré, jamás quise ni quiero ser un ejemplo como ser humano, busquen ejemplos en sus casas”.
Cito también un maravilloso texto de Eduardo Galeano sobre el astro argentino: “quiero decir que es el más humano de los dioses, porque es como cualquiera de nosotros. Arrogante, mujeriego, débil… ¡Todos somos así! Hechos de barro humano, así que la gente se reconoce en él por eso mismo. No es un dios que desde el cielo nos muestra su pureza y nos castiga. Entonces, lo menos que se parece a un dios virtuoso, es la divinidad pagana que es Maradona. Eso explica su prestigio. Nos reconocemos en él por sus virtudes, pero también por sus defectos”.
Así, precisamente, es el mundo de las adicciones. Seres humanos llenos de virtudes, de dones y de talentos que, en algún momento de sus vidas, el camino los llevó al infierno de la enfermedad, al dolor, al resentimiento, al miedo, a la falsedad, a la soledad, a la lástima y al silencio alrededor de quienes la padecen, sea cual sea la causa por la que la hayan desarrollado, que tiene que ver muchas veces con historias de sufrimiento y carencias que no pudieron superarse, incluyendo abusos, maltratos, violaciones, rechazo, abandono y otro tipo de factores que llenan el costal de historias de un enfermo adicto que no nació levantando la mano para serlo.
Personas que se pierden en los abismos de la tiniebla que rodea a la enfermedad, algunos de los cuales han podido superar, mientras que otros han tenido que morir.
Seres humanos, como tú y como yo, que merecen una oportunidad para ser mejores porque si bien la enfermedad es incurable, tiene tratamiento y quienes nos dedicamos al acompañamiento de adictos, podemos constatar que existen los milagros y que se puede salir del fondo para ver la luz, de la alegría de vivir.
Creo en la humanidad, creo en la conversión de las personas y estoy convencido de que nadie puede juzgar a una persona por su adicción y todos los excesos o instintos descoyuntados que las rodean, sino que más bien debemos verlos con compasión y con nuestros mejores deseos de que puedan gozar de paz y alegría.
Descansa en paz Diego, el infierno quedó atrás, aquí en la tierra. ¡Ciao crack!