No Blofeld ni Le Chiffre: el nuevo villano favorito de la industria cinematográfica es James Bond, cuya película No Time to Die no será estrenada sino hasta el año próximo a partir de la decisión de sus distribuidoras norteamericana (United Artists) e internacional (Universal) de cara a la baja afluencia actual a las salas a la luz de la pandemia.
Es comprensible el reclamo de los exhibidores, encabezados por la británica Cineworld —segunda en el mundo—, quienes acusan a la industria de poca solidaridad con el último eslabón de la cadena, que pena para atraer público. También es injusto. Cierto es que la Tenet de Christopher Nolan, el único título de gran presupuesto estrenado post Covid, ha recaudado más de 300 millones de dólares en el mundo contra un costo de 200; terminará su corrida, sin embargo, en números rojos al resultar las ganancias insuficientes para amortizar una inversión en marketing que añade otros 250 al presupuesto.
Un estreno de No Time to Die en 2020 condenaría a sus distribuidoras a arriesgar pérdidas que difícilmente podrían afrontar en el contexto de un colapso industrial, con pérdidas estimadas para este año en 5 mil millones de dólares. Entiendo, sin embargo, la preocupación de esos exhibidores que se ven obligados a despedir empleados. Cierto es que hay gobiernos que, a diferencia del nuestro, han dado apoyos extraordinarios a la exhibición cinematográfica en una lógica de salvar empleos; también es verdad que éstos no pueden prolongarse de manera indefinida. Una tragedia es cuando todo mundo tiene la razón.
Hasta el decreto anti trust de 1948, las grandes productoras eran también dueñas de los circuitos de distribución y exhibición. Y hoy Netflix y Amazon producen películas que exhiben en sus propias plataformas, y la primera opera incluso una sala de cine —el mítico Paris Theatre neoyorquino—, más como activo de imagen que de recaudación. ¿Habrá dado la pandemia el golpe de gracia al cine en el cine como entretenimiento masivo? ¿Será el momento de pensar, con miras al largo plazo, en una reconversión industrial?
La pregunta no es retórica: es sincerísima.
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