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Lección de muerte

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  • Nicolás Alvarado

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El sábado 1 de agosto murió mi abuela, con la que viví 23 años, que fue otra madre para mí. No en un hospital sino en su cama. No de covid-19 sino de 100 años. No en precariedad sino en holgura. Con todo —los 90 años de vida excepcional de que gozó, los 10 subsiguientes de cansancio que reclamaba ya fin, la escasa media hora que duró su agonía tomada de la mano de mi madre—, su partida no fue fácil. Porque la muerte es humillante para quien la vive y admonitoria para quien la atestigua. Porque duele la ausencia, aun de quien estaba cada vez menos presente. Porque hay en la parafernalia de la muerte —en su narrativa previsible pero siempre sorprendente; en su olor, familiar a los que hemos vivido ya otras pero distinto y único en cada caso— algo de injusticia que, aun si inevitable, puede ser paliado. Agradezco a sus cuidadoras, a su médica y a mi madre haber hecho la de mi abuela, si no más dulce, sí más digna.

El domingo 2 de agosto leí dos columnas periodísticas notables. En una, conmovedora y elegante, mi amigo Ricardo Becerra cuenta la historia de Berenice, trabajadora doméstica que ha debido afrontar la muerte de su prima, el contagio de su hijo, su propio contagio asintomático, la concomitante pérdida de su empleo y su imposibilidad para encontrar uno nuevo, dados sus antecedentes de salud. En otra, valiente y congruente, Sabina Berman narra la de Márgara, trabajadora de un banco que no le permitió confinarse para cuidar a sus hijos, quien perdió debido al covid-19 a su madre ­­—que se ocupaba de ellos para que Márgara pudiera seguir devengando un sueldo—, y quien también murió —acaso contagiada en su centro de trabajo—, dejando dos huérfanos. La empresa dueña del banco donde trabajaba Márgara es también la propietaria de la televisora en que colaboraba Berman hasta conocer su obtusa política dizque libertaria: Grupo Salinas.

El lunes 3 de agosto acuso la última lección de Doña Elvira: en la batalla siempre perdida contra la muerte, es imperativo moral hacer cuanto podamos por postergar la derrota, por paliar el dolor, por dignificar el trance. Puedan los gobernantes y los empresarios omisos aprenderla pronto.

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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