Cultura

La huída

  • Fuera de Registro
  • La huída
  • Nicolás Alvarado

Escuchar audio
00:00 / 00:00
audio-waveform
volumen-full volumen-medium volumen-low volumen-mute
Escuchar audio
00:00 / 00:00

Nunca sé cuándo se celebra la Semana Santa. Porque no soy religioso pero también porque no suelo observar ese asueto ni siquiera los días que cada año prescribe incluso el calendario civil. De entrada porque una mezcla de razones profesionales, financieras y personales me han obligado a prescindir por completo de cualquier suerte de vacación en los últimos cuatro años. Pero incluso antes rara vez salía en Semana Santa: prefería dedicar esos días a disfrutar mi ciudad vacía, evitar las aglomeraciones en aeropuertos, hoteles y restaurantes, viajar en temporada baja, con tarifas baratas, los niños en la escuela y la infraestructura turística a disposición de unas pocas parejas adultas. Comprendo, sin embargo, que otros —los que tienen hijos o trabajan en oficinas, supuestos en los que no entro— la cultiven como época para visitar la playa, la montaña, un pueblo, una gran ciudad.

O lo comprendía cuando no había pandemia. Cuando las muertes reportadas por covid-19 se cuentan por cientos cada día —y las no reportadas podrían ser el doble o más—, cuando sabemos que no hay práctica más riesgosa que quitarse el cubrebocas en un espacio cerrado abarrotado de gente —¿y qué otra cosa son aviones y autobuses?—, cuando en los aeropuertos se aglomera la gente a insana distancia para documentar maletas a empellones, vacacionar no es sino un riesgo innecesario para propios y ajenos, un ejercicio temerario, una irresponsabilidad.

En otro tiempo —cuando este diario publicaba mi columna en su sección política— habría hecho un reclamo al gobierno por su comunicación errática, que tiene parte de la responsabilidad; mi nueva morada en MILENIO no es lugar para ése sino para otro, pertinente ya sólo por ser de naturaleza cultural. Su destinatario somos todos.

¿Qué nos hace la vacación masiva irresistible al punto de arriesgar la vida? ¿Qué nos cuesta tanto trabajo de dedicar el asueto a cultivar la familia, la lujuria, la canasta uruguaya o la lectura en casa? ¿De qué huimos? ¿De quién?

En Ixtapa o en San Miguel, en St. Barth’s o en Nueva York nos toparemos con lo mismo de lo que huímos. Con el virus. Y con nosotros mismos.

Entresacado: Vacacionar no es sino un riesgo innecesario para propios y ajenos, una irresponsabilidad.

Nicolás Alvarado

IG: @nicolasalvaradolector


Google news logo
Síguenos en
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.