Caminar es lo cotidiano, es lo que toca para el ser humano, no hay opción, a querer o no y sin embargo, es lo abstracto de la vida.
Mónica Viderique o Mónica Rodríguez Viderique o “la Viderique” lo tiene muy claro. Sin embargo para llegar a esa lucidez hubo que recorrer un camino sinuoso, que no todos están dispuestos a caminar. Muchas historias están enmarcadas en zonas de confort, pero, éste no es el caso.
Todo empieza en Córdoba, Veracruz, año 1972, (por lo menos en primera instancia), hija de una maestra de inglés, Blanca Viderique Zurita y un dentista, Roberto Rodríguez Troya; estudia Diseño de Modas en Orizaba, se casa, tiene tres hijos, Jorge, Diego y Sofía, abre un taller de alta costura, lo transforma en una fábrica de uniformes, lo cierra, lo vomita y se muda a Puebla porque al marido lo trasladan a esta capital.
Hasta aquí su historia clásica, porque el deber ser, porque lo que le sigue, porque así es.
Una vez instalada en esta “angelopolis”, decide estudiar pintura, y comienza en el taller del pintor abstracto, Arturo Bojórquez; y entonces sucede, esa transformación al tomar un pincel, que no es un lugar común, es un acto de magia. ¡La pasión, su pasión, le gritó a la mano y al corazón, la hace suya y le dice, aquí es güerita! Muy a pesar que en un principio pinta como “señora” y su “partum modus” es copiar.
Pero no tardó mucho en buscar su propio camino, experimentando con lo abstracto y tratando un paso a la vez, y no sólo en términos artísticos, también en lo personal, que desde luego son aspectos de una sola vida.
Llega a manos del pintor Nacho Sánchez en el departamento de Difusión Cultural de la BUAP (Benemérita Universidad Autónoma de Puebla) quien termina por ayudar a cimentar las bases como creadora plástica y con quien forja una sólida amistad que ha navegado hasta estos días.
Cosa nada extraña en La Viderique, cuando la gente es sencilla y humilde, los puentes se dan de forma orgánica.
La rebeldía comienza, a tomar control de su vida y sucede, ¡se divorcia y el proceso es rudo! Porque el machismo y el control para someter desde lo económico, la hace verse un día, separada, con tres hijos, con miedo, pero con una fuerte convicción de seguir en la pintura y vivir de ello, a pesar de su entorno, a pesar del costumbrismo y a pesar de todo.
¡Se arma la revolución y nace la artista, hay tiro, vida!
Dos mil doce, el año en que termina de darle la espalda a un “destino manifiesto” para crear el propio, toma su arte, a sus pocos clientes, a sus tres chamacos y ¿por qué no doblar la apuesta?, se muda a Cholula, ahí donde todo queda lejos; por lo menos de una “poblanería” centralista.
Su camino como creadora ya no está a discusión, los cómos se presentan uno a la vez, sus coleccionistas y movedores de obra llegan unos tras otros. Que no son casualidades, ciertamente los estados de inspiración son momentos importantes, pero más importantes son los estados de transpiración y si algo tiene La Viderique, es su devoción y disciplina al trabajo; sobre todo asumirse como una profesional del arte, comportarse como tal y ser consecuente con ello. Desde el principio hubo que generar porque las responsabilidades están ahí y comen tres veces al día.
La bohemia es una palabra mal entendida.
Cholula entonces, le presenta lo que hasta la fecha es su taller, un extremo del casco de la Ex Hacienda San Antonio en el pueblo de Tepontla. Entonces el camino es más claro, pero no menos sinuoso.
Y decíamos que La Viderique y su gran capacidad de tender puentes le abreviaron a gente como la señora Araceli de la Mora y que en su momento fue una gran promotora de su obra en las célebres mueblerías de La Mora.
Su proceso plástico, al igual que su historia de vida, han sido constantes vanguardias, desde su propio dadaísmo, hasta su actual abstraccionismo no figurativo.
La obra de La Viderique, ha sido un devenir de equilibrios que parte de lo técnico a los clavados a su interior. En toda su obra hay un título y un discurso, pero al final es una explosión de emociones, la descarga emotiva en cada cuadro, lo es todo. Proponiendo así, un diálogo abierto con los espectadores.
La abstracción de su pintura, ha dejado una huella indiscutible en el arte contemporáneo
Choluteca. Esta cordobesa, avecindada en San Pedro Cholula sigue caminando y ha logrado deshacer el mito de que nadie es profeta en su tierra, sin embargo, Cholula la reclama como hija pródiga.
En Cholula, no hay falsa pasión y todo, es abstracto.
Fin.
Sinópsis:
“Su proceso plástico, al igual que su historia de vida, han sido constantes vanguardias, desde su propio dadaísmo, hasta su actual abstraccionismo no figurativo.”