Política

No puede ser la regla

Imagina que tienes ocho, nueve, 10 años. Apenas estás intentando leer. Tu vida es jugar. Tu pensamiento se rige aún por la magia. Dependes de adultos casi para cualquier actividad. Un día, sin previo aviso, la mirada se nubla, las rodillas se doblan y, cuando las miras, un hilo rojo de sangre te recorre el muslo. Y sí, eso viene de la entrepierna. Corres al baño. Piensas en qué momento te lastimaste hasta el punto de tener sangre. Tus primos te han dicho que por algunas heridas se pueden salir las tripas… piensas que te podrías quedar despanzurrada. Han pasado dos minutos, pero seguro fueron una eternidad, porque una maestra te busca y cuando ve lo que te pasa te dice que es porque te has convertido en mujer. “¿En mujer?”. Repites con una mezcla de asombro y de indignación. La maestra ya se ha ido y te quedas sola con tus pensamientos: “Yo no puedo ser una mujer. Una mujer es mi mamá. Una mujer es mi abuelita o mi tía Clarita. Ellas no juegan, no corren, no brincan. ¿Qué me espera? Una mujer tiene un marido, cuida hijos. Yo no puedo cuidar hijos, no sé leer… ni siquiera pude forrar con plástico mi cuaderno. Y a todo esto, ¿qué tiene que ver la sangre con ser mujer? Yo lo que tengo es una cortada. Una bien grande, de la que sale sangre y capaz que hasta tripas”. La maestra ha vuelto, trae en sus manos un pedazo de algodón y te dice que te lo pongas, que solo eso pudo conseguir porque a ninguna maestra le está bajando. “Ponerme qué, ¿el algodón?, ¿cómo?, ¿en dónde? Qué tiene que ver con el algodón el que las maestras estén bajando. ¿A dónde están bajando? Lo único que está bajando es la sangre que me sigue corriendo por los muslos”. Y entonces entiendes que eso es lo que baja… la sangre. Por fin, esos conceptos encuentran una conexión: a las mujeres les baja sangre.

Nuestras niñas menstrúan cada vez más jóvenes. Casi 70 por ciento no cuenta con información suficiente al llegar su primera regla. Cada año faltan en promedio 13 días a la escuela para poder gestionar su periodo. Menstruar es estigmatizado en los entornos familiar, escolar y social. Las niñas aprenden a guardar para sí sintomatología incluso incapacitante. Eso tiene que cambiar.


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Miriam Hinojosa Dieck
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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