Si los albores del Siglo XX no eran un ambiente propicio para el desarrollo de las mujeres, mucho menos lo eran tratándose de su involucramiento en las aventuras de carácter científico. Pero la vocación a veces llega en los empaques más sorprendentes y un simio de peluche regalado a una pequeña niña inglesa, se convirtió en un aporte invaluable para toda la humanidad.
Ese pequeño obsequio que le hicieron sus padres en un cumpleaños, sumado a su gusto por la naturaleza y los animales, detonaron en Jane Goodall el interés por conocer de cerca la vida en comunidad de los chimpancés de Gombe en Tanzania.
La melena rubia y la piel pálida de esta menuda mujer resaltaban en un entorno selvático haciendo difícil de imaginar qué hacía allí, especialmente cuando se considera que no tenía estudios que respaldaran su interés en la biología y la fauna. Pero utilizó el primer paso del método científico de forma intensa. Observó con meticulosidad, fundiéndose en el paisaje para perturbar lo menos posible a sus sujetos de estudio.
Gracias a ella aprendimos mucho acerca de los primates y su trabajo dejó de manifiesto el enorme parecido que los chimpancés guardan con los seres humanos. Sentimientos, uso de herramientas, todas esas cosas que pensábamos que nos hacían únicos y que esta mujer vino a revelar cómo un patrimonio compartido con otras especies, acerca de las cuales, ciertamente, resta mucho por aprender.
Pronto el nexo entre medio ambiente y animales resultó evidente para su mirada tan sensible, y con determinación se dedicó a hacer campañas que nos urgieran no solo a respetar la naturaleza sino a buscar restaurarla. Ponía el dedo en la llaga cuando contrastaba la presunta inteligencia superior de los seres humanos, contra su incapacidad de utilizarla para conservar aquello indispensable para la vida en este planeta.
Esa gran mujer que disfrutó del abrazo cálido de una chimpancé liberada, esa mujer que sin estudios se propuso entenderlo todo, murió ayer a los 91 años en plena gira de conferencias. Su curiosidad y arrojo le permitieron descifrar un mensaje que no dudó en difundir. Que su muerte no signifique que se apague una voz en favor de la tierra y sus criaturas.