En estos días un tanto aciagos y otro tanto retadores se discute la cuestión educativa centrada en el dilema “volver a clases” o seguir “on line”. Otros asuntos educacionales quedan ocultos, olvidados o postergados. Por ejemplo, las nuevas instituciones creadas por la reforma legal reciente. ¿Ya están instaladas? ¿Operan? O noticia de un punto clave ¿cuánto presupuesto le cercenó la 4T al rubro educativo, en especial aquel destinado a los estados?
La pandemia ha sido el gran rayo paralizador del avance de la reforma educativa y de las discusiones propias de tal avance, pues la reforma sólo estableció cuestiones generales, y faltan los detalles. Se entiende la parálisis pues la urgencia, sobre todo de familias y profesores y profesoras, es saber si la docencia seguirá siendo a distancia o habrá acuerdos para operar con un esquema presencial o uno mixto, con medidas sanitarias pertinentes. Tal esquema no es fácil de concebir a fin de hacerlo practicable, dadas las realidades de las familias trabajadoras, las posibilidades de los y las docentes, la conectividad digital limitada en ciertos rumbos del país y el diseño educativo adecuado, complejo de por sí.
Existe, pues, razón para respetar a las autoridades educativas en su atención a estos temas de corto plazo para reducir las incertidumbres. Sin embargo, las nuevas prácticas urgidas y surgidas con la emergencia han dejado ver nuevas situaciones problemáticas y la agudización de algunas otras ya conocidas. Una de fuerte impacto es la ausencia de un modelo de articulación de los procesos de aprendizaje con los artefactos culturales digitales.
Por ejemplo, el acceso a la información, antes confinado a las explicaciones docentes, a las enciclopedias y a manuales de consulta usados uno a uno por los estudiantes; ahora está disponible en cualquier dispositivo digital al alcance todos los estudiantes, al mismo tiempo. El estudiante puede informarse sin esperar instrucciones del profesor, según su personal intento de resolver los retos propuestos por el docente. Desde luego supone docentes capaces de proponer retos con alma educativa. Por ejemplo, los estudiantes pueden preparar y realizar un debate sobre un tema relevante, vía digital, entre grupos de ellos, para dar cuento de su aprendizaje, y al final los docentes ayudan a complementar lo necesario. Fácil, si hay ganas.