¿Qué pensar de quien se encarga de hacer las leyes que nos rigen, pero le importa poco cumplirlas? ¿Qué pensar de quien en el discurso dice que quiere transformar al país y aplica como premisa: el fin justifica los medios?
Tal cual es el comportamiento de nuestro Poder Legislativo, que cada que actúa me recuerda al viejo PRI de la famosa “Roqueseñal” cuando nos recetaron el alza al impuesto al valor agregado, con la gran diferencia respecto a los diputados actuales que en ese entonces sí siguieron al menos el proceso legislativo.
Para que una ley nazca o se modifique se requiere seguir una serie de reglas que están estipuladas en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y en la Ley Orgánica del Poder legislativo, lo que evita que se cometan abusos y que las mayorías se salgan con la suya pasándose leyes y reglamentos por el arco del triunfo.
Y la determinación de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, de invalidar la primera parte del plan B propuesto por el presidente López Obrador, tiene como origen que los legisladores de Morena entregados a los designios de su pastor, decidieron ni siquiera cumplir con lo más básico de sus funciones como era respetar el proceso legislativo.
Sería bueno que analicemos bien y pongamos no solo lupa sobre los ministros que votaron en contra de echar abajo el plan B, sino también en los diputados y senadores que ávidos de permanecer en la borregada, nos recetaron un adefesio de ley con la que además pretendían sofocar aún más al Instituto Nacional Electoral.
Fíjese bien por quien va a votar en el próximo proceso electoral, vea lo que hacen las mayorías irresponsables que además cobran fortunas por seguir a la manada y levantar el dedo aprobando cosas que dudo mucho hayan leído y si lo hicieron tengo la plena convicción que nada entendieron y por eso, la Corte, convertida en un verdadero contrapeso del poder abusivo les dio con la ley en la nariz.
Peor aún cuando tenemos quienes pese a las aberraciones cometidas responden como niño berrinchudo al que se les está educando con un discurso por demás inútil y ofensivo al llamarlos “defensores del bloque conservador” cuando lo que hacen sí es defender la ley y la Constitución.