Cultura

Pasión por las palabras

Poco se reconocen los esfuerzos que hay detrás de los utensilios de nuestra cotidianidad.

Recurrimos a ellos una y otra vez olvidando que hubo alguien que los imaginó, concretó y entregó para su ulterior disfrute.

Así pasa con las grandes obras de consulta, tristemente olvidadas en la vorágine del internet, las redes y hasta la inteligencia artificial, específicamente con los diccionarios.

“¡En el de Sinónimos!”, exclamaba mi tía la maestra de Lengua y Literatura (y acudía rápido a sus anaqueles a perderse en sus gastadas páginas).

“¡En el Casares!”

“¡En el de la RAE!”

“¡En el de americanismos!”

“¡En el de sinónimos!”

“¡En el Moliner!”

(Y unos y otros, menos ella, una mujer que en las estrecheces de la niñez descubrió las maravillas del conocimiento, rebuznábamos las incógnitas de por medio en la redacción de ese armatoste pomposamente llamado Diccionario de uso del español.

El de María Moliner.

Tal vez por esto es que Hasta que empieza a brillar, la nueva novela del granadino Andrés Neuman (1977), deje un regusto dulce entre sus lectores, este lector.

Pruébelo usted.

Es pues una especie de biografía novelada de María Moliner, la autora del famoso diccionario.

Un recorrido a lo largo de su vida, esto es, antes y después del tiempo en el que se adentró personalmente a la redacción de la obra citada, no exenta de las incidencias de su tiempo y entorno.

Mucho nos cuenta de Moliner el novelista.

De su primera y pueblerina infancia, “el mirador desde donde imaginaba sus primeras sílabas”, hasta las enfermedades y depresiones de los últimos años de vida.

Otros tiempos de pandemia (la famosa gripe española, que no lo era)…

El descubrimiento de la posibilidad del orden, no un “gusto ni una ley”, sino una urgencia íntima que llevaría a la autora a los universos de la academia y las letras.

Un peregrinar por diferentes estaciones de la península, ya como estudiante, ya en su joven matrimonio.

Así hasta la irrupción de la guerra civil que, como a todos, sorprendió y comprometió a Moliner.

Aquel tiempo de definiciones, instalada nuestra protagonista en el centro mismo de la actividad literaria española, que algunos miraban entre “independiente” y “tibia”.

Supo entonces Moliner del valor de la lectura (de los libros).

“¿Cómo no iba a ser útil la lectura si mejoraba la vida cotidiana, si fundaba una soledad asociativa, si ofrecía más experiencias de las que nos tocaban en suerte, si ampliaba nuestras identidades, nuestro conocimiento del prójimo y nuestro concepto mismo de realidad, si nos permitía comunicarnos con otras épocas, otros lugares, otras lógicas, e incluso hablar con muertos?”

Vendrían después matrimonio e hijos, ¡cuatro! Los duros años del franquismo, marcadamente represores en todos los niveles. Lo que no impidió el permanente convencimiento de la razón y las palabras. Siempre las palabras.

“No tenemos otra cosa”.

Fue entonces que surgió esa idea ¿descabellada?

Emprender la escritura de un diccionario. El diccionario “que le hubiera hecho falta”.

“Ese que le habría encantado consultar como estudiante, investigadora, bibliotecaria, madre”.

Empresa, ¡fichas de redacción hasta en el baño!, en la que solo involucró a una asistente y a sus propios vástagos.

La respuesta hipócrita, novela bien Neuman, no tardaría en llegar.

“¿Un diccionario alternativo? ¿De una mujer? ¿De oscuro pasado político? ¿Enmendándole la plana a la mismísima Real Academia?”.

“El proyecto (aún vivo y en circulación, sea por el formato que sea) rozaba lo delirante”.

Hecho el compromiso de entrega editorial, el diccionario avanzó y avanzó hasta su final.

Y el lector de Hasta que empieza a brillar (biografía novelada, ficción por demás verosímil) habrá de agradecerle a María Moliner su vida y obra, disfrutando al tiempo la narrativa gozosa de Neuman.

“El incansable ejército de criaturas (estirpe numerosa ya) pululaba alrededor de su mesita. Una sobrina brincaba dando aullidos. Y ella tecleaba. Otra le lanzaba una pelota a la cabeza. Y ella tecleaba. Un nieto venía a esconderse entre sus pies. Y ella tecleaba. Otro se echaba a llorar porque la pelota era suya. Y ella tecleaba. De vez en cuando alzaba la vista, asentía ante algún comentario que apenas había oído y seguía tecleando”.

La pasión por las palabras de María Moliner (1900-1981).

Andrés Neuman, Hasta que empieza a brillar, Alfaguara, México, 2025, 296 pp.
Andrés Neuman, Hasta que empieza a brillar, Alfaguara, México, 2025, 296 pp

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Mauricio Flores
  • Mauricio Flores
  • mauflos@gmail.com
  • Periodista, estudió Ciencia Política y Administración Pública en la UNAM
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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