El 25 de marzo de 2016, la Ciudad Deportiva de la ciudad de La Habana fue escenario de uno de los hechos más esperados por miles de cubanos durante los años anteriores.
Así, de sopetón, la legendaria banda de rock Rolling Stones, surgida en Londres a principios de la década de los 60, se presentó en un concierto totalmente gratuito ante más de 500 mil personas en una calurosa velada.
Hecho que desde la versión novelística, quizá la mejor de las oportunidades para atender cualquier tipo de fenómeno social, fue un verdadero “antiexorcismo colectivo”.
Imagínese usted, Jagger, Richards, Wood y Watts, “los septuagenarios más jóvenes del planeta”, ante una audiencia mayoritariamente joven, por décadas privada de escucharlos, ni siquiera en los formatos electrónicos más tradicionales, los otrora apasionados del rythm and blues.
Una recreación del suceso se le debe al mexicano Patricio Ortiz (1965), mejor conocido como Patricio Monero, por lo que estas líneas habrán de pasar ya a recomendar la lectura de su más reciente novela, La hija cubana de Mick Jagger.
Con todo y que el título nos traicione.
Puesto que la novela no detalla por completo el concierto extraordinario.
“Media Habana va a estar ahí”.
Una tocada, por cierto, realizada en el contexto de la visita previa del presidente estadunidense a la isla, verdadero suceso, y hasta de la data de realización, uno de los días santos de aquel año.
Le sirve de gozne el concierto a nuestro novelista citado.
Ya que es a partir del mismo personaje central, un periodista alemán quien ya recorrió medio mundo ejerciendo el oficio, que aparece el escenario para revelarnos el eje de la trama a desplegar.
Pues resulta que Guido Wagner ha recibido el encargo de dar con el hallazgo de quién es la hija cubana, no reconocida a la fecha, del líder de los Stones y, de paso, con la misma madre.
Acompañado de otra periodista de medianos vuelos, la argentina Florencia Franchese, Wagner se adentrará en los vericuetos que suponen encontrar a dos personas en cualquier país del mundo actual, si acaso auxiliado por el olfato y la suerte que suelen generarse para sí los comunicadores de cualquier tiempo.
Tarea nada sencilla si se recuerda el hermetismo en el que, producto de un larguísimo e inhumano bloqueo, el régimen y la sociedad cubanas han sobrevivido más de seis décadas.
Visita presidencial y concierto quedaron atrás.
Viene ahora la búsqueda del periodista, y con ella un gran número de episodios narrados con gran efectividad, situando al lector en un mosaico de lugares de la geografía cubana.
Acontecimientos que podrían pasar por inverosímiles, pero que desde la novelística y en el redescubrimiento del día a día de la isla cobran tono de aventura perdurable.
A niveles tales que en las más de doscientas páginas de La hija cubana de Mick Jagger caben también los integrantes de Los talibanes del ritmo, iztapalapenses de hueso colorado, un grupo de salsa que, tras su recorrido por tierras del fundamentalismo, dominan la escena musical de La Habana.
Cabe más en La hija cubana de Mick Jagger.
Guiños literarios que denotan la fuerza de un canon narrativo (en la novela el personaje central asiste a una plática que da en la universidad habanera Leonardo Padura; en otro momento habla de haber conseguido un libro del uruguayo Daniel Chavarría, Adiós muchachos; el desenlace de la misma incluye el plagio de la historia por parte de otro fingido novelista, etc.).
La Habana, Matanzas, Pinar del Río y de vuelta a La Habana…
Sobresaltos, amoríos y traiciones…
Oscuridad, frío e incertidumbre…
Todo en La hija cubana de Mick Jagger, la segunda novela de Patricio Ortiz, antes publicó Tres amigos, un Maserati y los señores mayas del tiempo, que desde el título suponen dos grandes tópicos literarios: el viaje y la contingencia.
Pero también, advertido por el personaje y desde su oficio periodístico, aquel concierto de hace ya casi una década.
“Uno de los últimos remanentes de la Cortina de Hierro parece resquebrajarse y por las cuarteaduras se cuela la banda de rock más importante de la actualidad. Si los muchos obstáculos logran ser sorteados y los astros consiguen alinearse los Rolling Stones tocarán por primera vez en la isla comunista. ¿Sería esa una segunda caída del Muro de Berlín? Plantearlo así podría parecer una exageración, pero en el aire de la isla caribeña se respira algo parecido a lo que los alemanes respiramos en el 89: vientos de cambio, para citar a los Scorpions. Y en la banda sonora de las grandes transformaciones, desde los años sesenta del siglo pasado no puede faltar el rock and roll…”.