
Una buena novela contiene muchas pasiones.
Evidente es.
Al cobijo de esto, todo narrador se empeña en conseguir una obra que, siendo construcción que se mantiene en pie producto de un latido esencial, puede a un tiempo sostenerse de atajos igualmente significativos.
Pienso así apenas concluida la lectura de Saltar una grieta, una “primera novela”, dicen sus editores en España, de la mexicana Ingrid Rossi, afuera del circuito del suceder literario nacional, presupuesto de buena hechura, libertad y originalidad.
Por dónde comenzar…
La novela, en su justa extensión un narrador omnisciente, se teje en dos tiempos; los que nos llevan a un Zihuatanejo telúrico y una Bruselas ya no tan gélida donde al menos seis personajes perfectamente delineados desplegarán las historias imaginadas por la autora.
Radicada en Ciudad de México, una joven Julia lleva a cabo una investigación histórica sobre la emperatriz Carlota hasta que es convocada por su padre para viajar al continente europeo, donde su madre se encuentra muy cerca de la muerte.
Acontecer que comenzará a alternarse con la vida de esa misma madre, veinte años atrás, en la localidad costera sacudida por un fuerte terremoto, sitio también donde radica uno de los primeros nudos de la novela.
Nudos a deshacerse, qué hacía ahí la madre de Julia, con quién estaba, cómo sobrevivió al sismo, cómo esa experiencia modificó su futuro…, mediante un entramado que recupera los recuerdos de Julia, ¿personaje central?, para darle redondez a Saltar una grieta.
¿Otra pasión dentro de la novela?
El reto que significa, aun antes de conocerse Noticias del Imperio, de Fernando del Paso, tan solo acercarnos a la figura de Carlota, esposa del malogrado Maximiliano de Habsburgo, para ubicársele en “la fehaciente soledad y el abandono de los que fue víctima”.
De ahí la estampa que de la soberana realiza Julia y su convencimiento de que “la enajenación mental había sido la única manera para Carlota de hacer frente a su fracaso, de lidiar con la realidad vacía de su vida siendo aún muy joven”.
Poco avanzará el estudio de Julia sobre Carlota y la cauda de novelas, cuentos, poemas, obras de teatro, películas, telenovelas, óperas, canciones populares, pinturas y retratos acerca de ella; mucho en cambio el esclarecimiento del pasado, manera de prepararse para el futuro.
“Julia se percataba de que desde pequeña la vida de su madre la había intrigado y asustado, al igual que la de Carlota”, sostiene la narración de Saltar una grieta. “Encontraba cada vez más paralelismos entre las dos y se convencía de que su interés por la emperatriz estaba ligado en su origen a la visión que tenía de su madre”.
Entre casualidades y pasiones Saltar una grieta avanza. Todo parece complicarse, al menos a Julia, a quien se le presentan cada vez más cabos sueltos, múltiples señales de las circunstancias que marcarían su niñez y adolescencia. Y justo ahí una nueva pasión, la relación que los seres humanos (protagonistas de novela) tienen con la muerte.
Con el impostergable momento que, en muchas ocasiones, se extiende en “una lucha contra el dolor”, realidad que se observa desde dos puntos: el deseo de aplazar y la certeza de recibirla. (Un tema poco tratado por los autores de nuestra república literaria).
“…nadie habló de la eutanasia”, leemos en Saltar una grieta. “Era un tema que flotaba en el aire, pero que ninguno se atrevía a mencionar mientras Irene [madre de Julia] no lo volviera a tocar. Julia pensaba que quizá su madre se habría arrepentido o que no tendría sentido acudir a esa solución, ya que la enfermedad la llevaría por sí misma a la muerte en poco tiempo”.
Cuestiones de pasión (como quien ama o deja de amar, o lo hace furtivamente) que incorpora seduciendo y convenciendo a los lectores (compruébenlo pronto, mi recomendación) Saltar una grieta, de Ingrid Rossi.
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Saltar una grieta será comentada por Silvia Molina, Hernán Lara Zavala y la autora el martes 23 de mayo, a las 19:oo horas, en la Casa Universitaria del Libro, Orizaba 24, colonia Roma Norte, Ciudad de México.