En su naturaleza de tribu se confrontan los bandos, las hermandades inconvenientes y las afiliaciones condicionadas por la unidad corporativa. Confundieron partido con gobierno y a éste con Estado. Lo que queda, entonces, es la precariedad. No de su aparato interno, sino de la respuesta que el país puede dar cuando las rencillas y lo impresentable ocupan papeles demasiado significativos.
Mientras la relación más importante del país apuesta por el estado de conflicto permanente, con nosotros y el mundo, los poderes oficiales mexicanos están en manos de fabricantes de discursos. Sobre los no oficiales, Palacio cree que la retórica es suficiente para minimizar la realidad. Quizá ahí tenga razón. Los mexicanos no exclamamos. No tanto.
Washington ha declarado su ánimo por llevar las diferencias a su rango máximo y en el camino, crea nuevas donde algunas previas estaban limadas para sostener un nivel adecuado de pragmatismo. ¿Cuántos señalamientos de Trump a Zelenski como dictador son necesarios para que Europa se vea obligada a tomar decisiones contrarias a Estados Unidos?
La fragilidad de la alianza occidental tras la posguerra y el fin de la Guerra Fría debería llevar a observarnos con distancia. La democracia es síntoma de una sociedad que logra establecer cierta institucionalidad para no tener que preocuparse todo el tiempo por sus cimientos, y que asume la ética como piso mínimo para sus acciones.
Entre individuos o Estados, como desde gobiernos a ciudadanos, el principio básico del comportamiento ético se encuentra en el reconocimiento propio en el otro. Todas las estructuras humanas están sujetas a esta relación que, al desaparecer, sólo deja a la fuerza como terreno de intercambio. Este principio siempre ha sido vulnerado, pero luego de sus transgresiones hemos intentado darle forma a una vida, no fuera de la selva —toda utopía es producto de la idiotez o de la ingenuidad política—, sino en una selva un tanto más equilibrada.
Fascina la estridencia del fatalismo, no éste en sí, por una sola razón: a pesar de lo llamativo de los peores escenarios, la realidad es que somos incapaces de imaginar las implicaciones de lo peor. Hasta tenerlo de frente.
Aquí y en Europa.