Lo mejor de la vida está en las Personas, en la Naturaleza, en la oración armoniosa de unión con el Dios creador. Lo mejor de la vida está en el amor, en la bondad, en el reconocimiento del valor propio y del otro.
Para jóvenes y mayores, la vida marcha como un motor de automóvil, a veces un ruidito o una falla aquí o allá detiene el andar por momentos, pero el gusto de ir al volante es magnífico; a menor o mayor velocidad, la carretera se abre al rodar de los días, y siempre vamos a un lugar donde el abrazo del camino nos espera.
Como humanos, buscamos la vegetación y el mar, el río o la montaña, porque tenemos la esencia animal que llama a habitar el planeta siendo seres de su naturaleza. Nos agregamos para creer en algo, y nos dividimos para afirmar nuestro propio valor ante quienes no lo reconocen.
Así, la vida va, de uno en uno, y de todos en todos. Así va el desenvolvimiento de la experiencia del ser y el desarrollo de los talentos que porta cada quien en su propio yo.
Buscando vivir lo que se es, el ave es ave, el pez es pez, el ser humano un humano, deseable con menos mente y más instinto, menos artificio y más especie.
Humano retozando sobre el paraje, donde la vida despliega su bandera de color, perfume y riesgo, y resuena sus tambores de fiesta y ritual.
Vivir es siempre estar colectando las hojas secas, abonando la tierra, sembrando semilla nueva, acicalando las plantas; cualquier acción, cualquier tarea cotidiana, por sencilla o menor que parezca, por rutinaria o grandiosa, es regar con agua fresca el árbol de la Vida, sus más profundas y ancestrales raíces, y sus más recientes retoños.
Vivir es construir y descubrir, saborear y compartir, reír, jugar, estar triste, y a veces, dejar que una lágrima riegue el campo árido de aquello que duele, para después, ver hacia afuera, que ahí están las respuestas, las preguntas, el aquí y el ahora.
Las letras del teclado se unen para decirme a mí – y decirte a ti –: quién soy, cómo este mundo es mi hogar, y cómo pasaré mi tiempo en él, diluido en un sorbo de agua, de aire; diluido en aromas de amanecer y yerba, en cantos de trinos y truenos, conversando con mis seres amados.
En honor a esta vida, colocaré la memoria de mis días, en un marco de flores.
