Es otoño y llueve. Ante la abundancia de humedad, desmedida e incontrolable humedad, lo construido se reblandece al punto de convertirse en arcilla maleable, lo construido vuelve a ser aquello que en el origen es. Arcilla en la que el paso hunde su peso, y la huella escribe rutas de historia efímera.
La realidad es construida con roca sobre el suelo movedizo de la existencia. Mas toda fortaleza será desmoronada, diluida, lavada, por el agua del tiempo, implacable y diáfana, cautivante y amenazadora, en un llover de tormenta explosiva y ensordecedora, o un llover de serena llovizna, constante y continua, susurrante, lluvia casi silenciosa.
En la sangre el tiempo llueve sobre la vida microscópica, su corriente devasta la superficie de las células en busca de un código que debe ser descubierto, para recordar quién se es, y cuan ancestral es el camino que se ha recorrido.
Es otoño y llueve, combinación perfecta para saber que las fortalezas de piedra sucumben, que no se puede vivir eternamente bajo el plástico de un impermeable, ni cautivo en una cueva, esperando que deje de llover.
Siempre llueve, mira cómo en la piel húmeda germina la fiebre que el cuerpo guarda en sus signos. Ante su fuego, una lluvia tenaz de agua del tiempo, deslava las moléculas y hace emerger, desde las profundidades de una partícula química, lo escrito para ser descubierto.
Nunca como hoy he comprendido cuán milenaria soy desde mi cuerpo, cuán arcilla se es, cuántas veces he dejado, y dejo de ser: vasija de vida, para quien mira dentro de él.
Código tras código, lo esencial desata el mensaje del misterio que todo cambio de era en mi naturaleza contrae. Puede ser leído o no por la conciencia, pero ha sido humedecido por la lluvia, y buscará ser lo que su memoria astral añora.
Es otoño y llueve. Viviré y moriré muchas veces, tantas cuantas sean las señales biológicas de mi cuerpo, tantas cuantos sean los mensajes develados en mis moléculas, hasta verme al espejo con el origen, ese caos quieto, arcilla en espera de la unión de la chispa y la humedad, hasta experimentar ese cortocircuito y la explosión de donde surgen los universos.