El jueves compartí pan y verso con dos personajes de la investigación histórica de la Huasteca: el arqueólogo Guillermo Ahuja y la investigadora María Luisa Herrera Casaús. Fue una tarde que me devolvió la Fe en la humanidad. Este es un homenaje a ellos dos y, a través de ellos, a todas las personas con espíritu de descubrimiento y admiración por la historia del paso del hombre por el tiempo.
Estudiosos de culturas ancestrales, sus creencias, sus aconteceres, su dimensiones doméstica y divina, han desarrollado una perspectiva diáfana y objetiva de la ruta que los grupos humanos trazan en su caminar sobre este planeta.
Los originarios huastecos, lectores del libro de los astros, Cosmos a quien obedecen los misterios de la vida terrestre, sabían que vivir era sembrar, cosechar, y venerar a la naturaleza que sostiene la vida.
Cuán ciego es el humano actual hacia su propio origen, el de sus alimentos, de su entorno natural, de su dependencia de los astros; ha quedado lejos de su conciencia la existencia del campo, hasta que la mesa se vacíe; ha quedado lejos de su conciencia la la alta montaña, hasta que los ríos se sequen.
Así, es menester para la raza humana cuidar que no quede lejos de su entendimiento, la importancia de las personas que estudian cómo los humanos han construido su idea de ser humanos en el mundo, porque sin ellos, moriremos olvidando quiénes debemos ser.
Un mundo que antes era de tribus unidas para salvaguardarse de fieras animales, selvas monumentales y fenómenos climáticos, es hoy un mundo donde la fiera es el hombre mismo; donde la selva es la propia ciudad que habita, que un día construyó para refugio; y donde las tormentas y sismos, son vacíos y oscuridad en las almas depredadoras de su misma especie.
Decía bien el arqueólogo Guillermo: estos son tiempos de mucho que hacer para la Filosofía y la Literatura ante los nuevos órdenes de las ideas y las relaciones entre personas, pueblos y países, no son más que viejas ideas recicladas ante el delirio de poder y soberbia.
Tiempo de hombres que olvidaron lo que es un ser humano, investidos de pequeños dioses monetarios, violentos, ciegos de sí mismos por lo tanto ciegos del prójimo, son causantes de mucho dolor.
En fin, que yo, convencida de que sólo el amor mitiga el dolor, me ha hecho feliz una tarde el amor que Guillermo y María Luisa tienen a la vida, y al estudio de la historia de la especie humana; para más felicidad, lo resembraré cada luna nueva.