¿Por qué ser feliz cuando puedes ser normal? Es el título de la novela de Jeanette Winterson, que hoy me da la pauta para decir aquí, y para desearte a ti, que en el nuevo año la felicidad no sea algo especial en tus días comunes, que no pongas la felicidad del otro lado de la rutina, en el estante de los trofeos extraordinarios.
Que siendo quien eres, cómo eres, y haciendo lo que haces, seas tú mismo, normal o no, felizmente tú.
Porque la felicidad viene de dentro, no de fuera, deseo que nadie te la venda, y más deseo que nunca la compres.
Si todos los días pesas en la báscula del éxito, los kilos dorados de felicidad que has logrado reunir, y no llegas a la meta que deberías alcanzar según la última encuesta de felicidad en tu país, deseo que no te convenzan de que no eres feliz, ni te convenzan de que sí lo eres.
Te deseo en el nuevo año que no luches por ser feliz, sino que vivas en paz.
La felicidad es el silbido del viento entre los pétalos de las flores silvestres.
No pertenece a nadie, nadie te la regala, no se piensa, no se mide, no se enseña, existe por sí misma, como el oxígeno en el aire.
Ser feliz no es una tarea por hacer, sino una sensación armoniosa que experimentar, derivada del amor, del desafío y del descubrimiento alentados por el espíritu en cada persona.
Mi propósito para el próximo año, es ser menos emocional y más experiencial, creo que ello conllevará salud física y mental, y un progreso real, no estadístico, de mi capacidad de experimentar las sensaciones felices.
Llega un nuevo año para cambiar la nebulosa pregunta: ¿qué tan feliz eres? Con la que el buen gobierno y las grandes marcas venden la idea de que ellos producen felicidad, en grandes obras o envasada.
Y como siempre habrá algo de felicidad, ya que habita hasta en la locura, pues siempre habrá que retribuirles algo de reconocimiento y hasta gratitud.
Llega un nuevo año para hacernos introspectivamente una nueva pregunta, esencial para el ser humano: ¿Experimento,
veo, siento, la maravilla de la vida?
No temamos que al vivir, el viento mueva nuestros frágiles pétalos, deshojándonos.
Alguna vez fuimos la semilla de otra flor silvestre que sucumbió ante otro viento.
No tengo yo la verdad, pero ya un grande y antiguo filósofo lo ha dicho: “no podemos hacer depender la felicidad, de aquello que no dependa de nosotros”.