Espero que alguna vez no se desee que exista el Arte como ahora se desea que llegue la lluvia. Que no talemos los bosques de las manifestaciones artísticas, y por ello se desertifique el suelo que ahora, aún fértil, todavía florece en notas musicales y trazos de pinceles, en giros y zapateo, canciones y poemas, teatro, artesanía, y festivales.
Todo lo que vive ha sido cultivado, abonado su semilla, cuidado con amor y sabiduría. Todo lo que muere alguna vez fue abandonado a su suerte.
Ante los ojos extranjeros nuestra cultura mexicana es admirable, son para el que lo ve desde otras latitudes, de gran valor, las tradiciones, ceremonias, las festividades nacionales.
La vida familiar, el pasado rememorado, el presente en cordialidad y alegría, les parecen valiosas para la felicidad y la identidad.
Como pajaritos bebiendo la gota de agua que la noche destiló de la oscuridad, resbalando cristalina por la verde hoja hasta caer en su piquito abierto, así se bebe la belleza y la magia de lo artístico, de no ser que la rutina de las horas, los días y los años, nos hagan olvidar, alejarnos, del Arte, la belleza y las tradiciones, y hasta de nuestros seres amados.
Yo misma me reconozco inerte a acudir a momentos cumbre de la vida, a acompañar y abrazar con suficiencia a los míos y al prójimo.
A aplaudir y suspirar, y cantar con la memoria las canciones de antaño que tuvieron una voz ancestral.
Inerte a admirar y sentir un concierto, una pintura, una danza. Es fácil que se deseque también la propia humanidad y nos volvamos distancia, silencio y aislamiento, ante la Naturaleza, las expresiones del Arte, los seres próximos y los ajenos.
Mirada mía, corazón mío, manden sobre mi mente y mis pies, para ser una criatura de amor y belleza. Llenen mis pensamientos de versos y dirijan mi camino al encuentro y al destino del abrazo y del paisaje florido.
Es fácil quedarse en sí mismo, sin explorar las maravillas de este mundo, las maravillas en nuestro espíritu, las maravillas en lo que puede el ser humano crear.
Es fácil quedarse mirando en la pantalla moverse el viento, o levantarse las olas del mar, pero es estar presente lo que hace realidad un momento.
Corazón mío, mirada mía, que no renuncie yo a la sensibilidad, al Arte, al contacto humano, a la cultura y mi identidad, a la fiesta de la vida.