En el caos de violencia, pobreza humanitaria y tecnología gira nuestro presente. Es un universo deteriorado por el afán de riqueza y poder.
El ser humano es un pequeño minero en una pequeña roca; su progreso es buscar en el espacio nuevas minas en otros planetas, para extraer sus minerales, alimentar su afán de riqueza y poder, y seguir girando la ruleta del ciclo violencia-pobreza humanitaria-tecnología.
El impulso extractivo es el que alienta al modelo económico, y el modelo económico, a su vez, alienta al sentido vital.
Será el humano la plaga de langostas depredadoras de los mundos al alcance de la tecnología, dios de su tiempo. Tiempo en el que cada persona tiene un dios.
En lo que se cree, ese es el dios que acompaña los actos y guía los pensamientos y las emociones. Pero dioses y demonios son uno mismo, paradigmas salvadores-destructores, a capricho de la serenidad del espíritu de quien los asume, de quien los vende, y de quien los consume.
Frente al desierto que hoy construimos, la máquina que desala el agua de mar será la nueva balsa para los náufragos de la sed.
Volveremos al mar, origen evolutivo de las especies, para robarle el agua y dejarle la sal. Nos creemos dioses y pagaremos por ello.
En contraste, mientras en la bolsa de valores y en las redes tintinean los indicadores de la falsa riqueza: la belleza asoma a nuestros días como frágil flor que emerge del lapidario concreto.
La Naturaleza encuentra nuevos caminos de guardar equilibrio en un planeta sin lluvia ni espacio para la vegetación y los animales; el ser humano, criatura natural, gesta el embrión con el que da vida a la vida.
Recuerda haber sido anfibio y ave, y escucha en su memoria profunda el canto y el nado que le habitan.
Mientras se destruyen los bosques, en los lienzos se siembran colores y en la página en blanco germinan versos para el poema mayor, el del espíritu inmerso en el Todo.
Las nuevas miradas descubrirán nuevos horizontes, como lo hará la Naturaleza para sí misma.
En ese camino, el ser humano construirá un equilibrio de armonía o, siguiendo un instinto desorientado, se extinguirá a sí mismo como ballenas suicidas.