Cultura

Diminuto astronauta

  • Taller Sie7e
  • Diminuto astronauta
  • Martha Izaguirre

Es un “yo”, dice, mostrándome la figura humana fabricada con hojas de papel blancas, recortadas en piezas y pegadas con Pritt (pegamento en cera). Desplegada tiene su propio tamaño, el de un niño de seis años. No tiene ningún trazo, es toda blanca.

Con esa misma técnica de papel recortado había construido la figura de un enorme cohete, y dibujado en él el cuarto de máquinas y el área de cultivo de alimentos: era el interior. Días después construyó otro cohete, a gran escala; y coloreó toda su estructura: era el exterior. Un diminuto astronauta recortado en papel blanco, colgaba de uno de los propulsores, asido con un solo brazo.

Más niño aún, dibujó una casita de campo y un rectángulo amarillo. “¿Qué es?” “Una alberca. El agua es azul”, le dije. “Está llena de sol”, me respondió.

Vimos en un semáforo muchachos con pancartas diciendo “Dios está aquí”, y yo soné el claxon en apoyo. “¿Qué pasa ahí?” pregunta. Le explico lo que hacen y me dice: “Dios vive en el corazón, yo lo siento. ¿Tú lo sientes?”

De camino a la nevería, ante su pregunta “¿qué es un gas?”, pues escuchó que Neptuno era gas, disertamos en retrospectiva, desde los planetas, a la explosión, hasta llegar a los gases, y a Dios. “Antes de Dios no sabemos qué hay”, le dije.

“Tía Martha, antes de Dios está Nada”, explicó en tono tranquilizador. Y sobre el tema de moléculas, mares y seres vivos, él concluyó: “Entonces todos somos células”.

En casa, nuestra vista, y a veces nuestros pies, tropiezan con dinosaurios, dragones y robots. Todo territorio que pisa Diego se transforma en aventura. Lo olvidaba: entre sus tíos favoritos cuenta a nuestro perro, grande y bueno, al que llama tío Rugal.

La representación en una sola dimensión, la escala propia, y el contenido como forma, son producto de la etapa de desarrollo infantil, lo sé; pero para mí, un niño es un maestro de vida.

Conversar con Diego me invita a simplificar la existencia, corporizar el amor, exhibir la energía. Me recibe en su casa con alegría, preguntando: “¿qué planes para jugar tienes hoy?” Me transformo en un muñequito de papel, ese diminuto astronauta que él suele recortar, y me cuelgo de su imaginación, para construir un “yo” de mí, en blanco, listo para recibir todos los colores de la felicidad. _

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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