La noticia parece hacerse cotidiana, a fuerza de tanto repetirse: los asesinatos de policías caídos en el cumplimiento de su deber. En lo que va del año, Guanajuato ocupa el nada honroso primer lugar en cuanto a policías asesinados con 17 casos de los 125 ocurridos en todo el país. La mayoría de ellos pertenecen a policías municipales, el nivel más cercano a la gente, pero también el más desatendido.
Y es que en ese nivel las coporaciones son más vulnerables, por la falta de equipamiento, capacitación suficiente en la mayoría de los casos, todo ello producto de la disminución dramática de recursos, ya que durante el pasado sexenio, el gobierno federal tuvo a bien desbarrancar el llamado Fortaseg, Subsidio de Fortalecimiento al Desempeño de la Seguridad Pública Municipal, que fue eliminado por la mayoría morenista en 2021.
Esta es una de las graves consecuencia de haber puesto en cargos con poder de decisión a profesionales de la supervivencia del erario, mientras se agravan las sucesivas crisis económicas, sociales y de gobernabilidad que hoy tienen al país inmerso en esta dramática realidad.
Y lo que es peor: la población no exige rendir de cuentas respecto a esas terribles decisiones, quizá por estar aletargada en la imperante necesidad de solventar necesidades básicas en un ambiente cada vez más precario, por lo que no queda tiempo o interés enparticipar en la vida pública de manera informada.
Y es también esa sociedad en cuyo seno se producen aquellos individuos que no reparan en jalar con el dedo, de un gatillo, cuando sea necesario para asesinar a un policía, o en cualquier vulgar asalto.
De tal suerte, suman ya décadas de erosión del tejido social, que no sugieren otra cosa sino una limitada capacidad de reacción ante las situaciones de crisis, como la de seguridad pública que atraviesa el país, no solo el estado de Guanajuato. Crisis es una palabra que nos ha acompañado desde hace ya casi 40 años. Tan es así que de tanto escucharla -y lo que es peor, padecerla- ya no parece provocar más que indiferencia.
No seamos indiferentes a las estadísticas que dan cuenta de cómo entregan su vida aquellas personas comprometidas con la seguridad de todos los ciudadanos.
En estos días que suele haber más tiempo libre para la reflexión, valdría la pena pregunrtarnos: ¿qué hacer para enfrentar la inseguridad pública?