En seguida se muestran algunas de las costumbres y supersticiones de los indígenas huastecos aún vigentes en el siglo pasado, según las investigó doña Oralia Gutiérrez de Sánchez, ya finada, en la Huasteca potosina.
Con respecto al embarazo, se cree que una mujer embarazada no deberá comer mameyes ni cocos, pues esos frutos sazonan de un año a otro, y su embarazo se prolongaría por un año entero.
Cuando nace una niña, se hace una especie de bautizo en el manantial para que sea limpia y pura. Si el recién nacido tiene un mechón enredado en la nuca (los aztecas señalaban que dos remolinos), indican que el niño será brujo o curandero, y hasta los siete años el brujo le cortará el mechón. Al nacer se les bautiza en una caverna donde haya un ave y un felino formados naturalmente en la roca. Recibe rituales especiales para que adquiera conocimientos de sus antepasados para ayudar a sus hermanos de raza.
Los niños, al nacer, se bañan y visten, y se les atan los brazos, las muñecas y los tobillos con tiras de tela, durante seis meses. Es para evitar que sea ladrón, y propiciar que tenga sus pasiones atadas durante su vida.
Para evitar “el mal de ojo”, se les ata en las muñecas semillas de haba negra con un hilo rojo. Los adultos tienen gran cuidado de no dejar al alcance de los niños cintas de color rojo ya que pueden, de adultos, ser heridos con machetes. A los niños no se les permite jugar con fuego, porque se mojarán en la cama. Y ninguna madre permitirá que su niño señale con su dedo hacia la luna, porque será flojo o inútil al crecer. De los elotes, el niño deberá probar solo un trocito, pues si entero, serán devorados por un tigre. Y un varoncito no deberá envolverse en las faldas de su madre, porque se le volverán amargos los vegetales que siembre o recoja.
Para saber si serán buenos agricultores, se les da a los varoncitos semillas de calabaza y de guaje. Si cosechan calabazas, serán perezosos, pero si guajes, tendrán buenas cosechas y su destino será el de agricultor. (Continuará). _