Uno de los principales retos pastorales a que se enfrentan los obispos mexicanos es la migración, como fenómeno complejo que al parecer, está rebasando la capacidad de movilidad: implica enfrentar las causas que originan el problema, tales como la pobreza, la injusticia y la falta de oportunidades… porque nadie que esté conforme a su situación de residente, está pensando en emigrar.
La migración tiene también un enfoque de derechos humanos porque todos ellos son hijos de una casa común. Nadie tiene la facultad de rechazar la condición humana por causa de seguridad nacional, raza, cultura ni creencias. Las instituciones religiosas de todas las Iglesias, tienen en este sentido la obligación moral de confortar y afrontar los derechos humanos de los migrantes porque son parte de la familia humana.
Ya el Papa lo ha dicho en 2013 al denunciar la violación a los derechos de los migrantes, marcando oportunamente su distancia con el candidato Trump, mientras volaba a Roma: “Una persona que piensa sólo en hacer muros, sea en donde sea, y no en puentes, no es cristiano”.
Los obispos mexicanos deben abordar por tanto, la migración no sólo desde la dignidad de los connacionales, sino también desde los derechos de los migrantes centroamericanos, sometidos a vejaciones y trato inhumano por nuestras propias autoridades.
El secretario general de los obispos, Alfonso Miranda, ya reporta que existen 70 albergues, pero afirma que habrá que construir muchos más, no sólo para atender a quienes van en tránsito, sino que hay que ir más lejos, desplegando una cooperación con espíritu evangélico con enfoque moderno de derechos.
Durante el gobierno de Obama, se deportaron 2.7 millones de inmigrantes indocumentados sin que hubiera tanto estrépito. La amenaza no son los migrantes, sino los sistemas injustos que crean el alarmante fenómeno, dado que la migración es un reflejo de sistemas viciados por las elites. Las Iglesias deben recordar el derecho de todo ser humano a ser respetado en tanto sea miembro de una comunidad religiosa y que le procuren una vida digna.
La crisis humana de la migración es una de las mayores vulnerabilidades de nuestra civilización. En Europa es dramático el exilio masivo forzado por guerras, persecución y pobreza, comparable a las condiciones de la Segunda Guerra Mundial. La migración forzada, cual sea su causa, es una tragedia humana.
El Papa afirmó en febrero de 2016 que “son hermanos y hermanas que salen expulsados por la pobreza y la violencia , por el narcotráfico y el crimen organizado. Frente a tantos vacíos legales, se tiende una red que atrapa y destruye siempre a los más pobres”…
Por todo ello, quienes gobiernan deben tender a dos acciones: reconocer, respetar, armonizar, tutelar y promover esos derechos… es el oficio esencial de todo ente público.
