Todos tenemos una debilidad, una grieta en la muralla del castillo; esa debilidad es usualmente una inseguridad, una emoción o necesidad incontrolable, también puede ser un pequeño placer secreto, de alguno u otro modo, una vez descubierta es un talón de Aquiles del que puedes sacar provecho”. Robert Greene es a Maquiavelo lo que Pedro a Jesús y más aún pues, a diferencia del apóstol, que negó tres veces a su Señor antes de que cantara un gallo, en cada una de sus 48 Leyes del Poder, el discípulo del autor de El Príncipe, se comporta como el más aplicado de los alumnos, llegando a superar con sus postulados en algunos casos a su mentor.
Todos conocemos, al menos los que estudiamos la secundaria, la historia de Aquiles recitada por Homero en La Ilíada, un joven y vigoroso guerrero indomable y casi invencible, favorecido por los dioses y en especial por las diosas, pero al mismo tiempo vulnerable porque al nacer, su madre Tetis, queriendo hacerlo inmortal, lo sumergió en el río Estigia, sosteniéndolo precisamente del talón derecho, mismo que, al quedar fuera del agua, no alcanzó la invulnerabilidad que la diosa pretendía, deviniendo en aquello que conocemos como “talón de Aquiles” y que se refiere a la debilidad de cada persona. Dicen que el de Kennedy eran las mujeres; el de Stalin pudo haber sido su desconfianza, el de Hitler su complejo de inferioridad y su delirio de persecución, el de Churchill su devoción por las reminiscencias de un imperio casi extinto.
Y así podríamos trasladarnos de la época de la Guerra Fría en Estados Unidos y de la Europa de la Segunda Guerra Mundial al México de los últimos años, López Portillo presumía sin rubor “el orgullo de su nepotismo”, su talón de Aquiles; el de Díaz Ordaz, seguro fue ser tan feo (por dentro y por fuera), Echeverría, tan timorato, De la Madrid tan X, Salinas tan ambicioso, Zedillo tan…Zedillo, Fox, tan bocón, así como Martita y sus engendros, Calderón (dicen) que “el chupe”, Peña, el casimir, o sea, la lana y el de Ya sabes Quién, podrían ser los magnates que tiene por hijos.
Sabemos de otros políticos de más baja ralea cuyos vicios y debilidades han dado mucho de qué hablar como aquel famoso Góber Precioso, un nibelungo poblano que comparaba a las menores de edad con botellas de cognac y se dejaba agasajar por sus amigotes con frases como la de “Tú eres el héroe papá”, para luego, al ser descubierto, cobrar revancha persiguiendo y secuestrando a la periodista que hiciera público precisamente… su talón de Aquiles.
Otro despreciable ser, este expresidente del PRI en la capital del país, disfrutaba de reclutar asistentes, mandarlas a asearse en el baño de su antesala y finalmente las instaba a complacerlo con favores sexuales, remunerados vía nómina, con la carga impositiva de la que somos sujetos todas y todos los mexicanos.
Se habla también de un gobernador de Jalisco que en sus tertulias disfrutaba pararse el cuello regalando dinero de la hacienda pública a sus amigos prelados (no pelados como él), para fines más afines a Dios que al César, al tiempo que se empujaba su buen tequila y orgulloso espetaba el muy baladrón: “Que chinguen a su madre, señor Cardenal”.
De tarea: “Aquíles…” voy dijo otro impresentable que amenazó con ajustarle cuentas a sus críticos, se apellida Payasuelos o algo así.
Marco Sifuentes