La secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, ex ministra de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, le escribió este fin de semana una carta a su ex compañero y actual ministro presidente, Arturo Saldívar, la cual no tendría nada relevante como para ser referida en esta columna, si no fuera porque comienza su redacción colmada de lisonjas hacia quien representa a uno de los tres poderes de la Nación, cuya función, entre otras, además, es la de equilibrar a los otros dos y resolver los conflictos entre estos y los demás niveles de gobierno; ser salvaguarda de la Constitución y, consecuentemente, de los derechos de las y los mexicanos.
Hasta ahí vamos bien, y doña Olga, también, solo que, normalmente, el que adula, algo quiere, y lo que buscaba esta señora era, nada más y nada menos, que instruir al ministro presidente para que, en pocas palabras, alineara a los juzgadores federales a lo que, Ya Sabes Quién, alcanza a entender sobre justicia, debido proceso y cosas por el estilo.
La responsable de la política interior del país alude vocaciones democráticas, respeto a la autonomía del máximo tribunal de justicia y una serie de obviedades que después se pasa por el arco del triunfo para tratar como a su entenado a quien ostenta un poder muy por encima del suyo.
Lo grave radica tanto en la forma como en el fondo de la misiva en cuestión, la cual, más que una intentona de socavar la autonomía de la corte, supone una prueba de lealtad a quien se venía mostrando respetuoso y amigable de más, incluso condescendiente con quien amenaza concentrar todo el poder y todos los poderes en su persona.
La buena noticia fue la respuesta cargada de signos por encima de los significantes que escogió Saldívar para poner en su lugar a Cordero y a quien le dictó semejante epístola.
Lejos de la lisonja y los parabienes, Saldívar, se concreta a responder puntualmente; ni la saluda ni se despide; va directo al asunto y sin rodeos; le corrige la plana y le jala la oreja, recordándole dónde y para qué se publica el Semanario Judicial y hasta le pone la liga por si se anima a constatarlo.
Por si fuera poco, subraya el enunciado donde se refiere a la autonomía de la corte y se lo restriega en la cara, para finalmente subir su respuesta a su “face”, lista para que el respetable le dé una y mil repasadas más.
No es para cantar victoria, pero con el caso de la Ley Bonilla, las resoluciones en materia de energías limpias y esta clara y contundente respuesta, podemos pensar que la Corte responde a la pregunta expresa de “¿Están conmigo o contra mí? Ninguna de las dos, su señoría, simplemente del lado de México, del lado del Estado de Derecho, del lado de la democracia y, por supuesto, del lado de una señora más grande, más vieja y más fuerte que usted, la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, de la cual, por cierto, mi estimado, usted se alejó desde hace mucho.
Por eso, en cualquier tipo de historia, no hay que irse con la finta del guion, ni con los diálogos y las actuaciones, por sublimes y estupendas que sean. Siempre hay que leer el subtexto.
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