El hecho de que este año la economía pueda crecer alrededor de 6%, no es motivo para pensar que el país está recuperando el rumbo. Nada más alejado de la realidad. La razón principal del porque vamos a tener un buen año, es debido a que la economía de los Estados Unidos (EU) tendrá un crecimiento muy importante, lo hará que nuestro vecino impulse nuestra economía a través de las compras que realice de productos fabricados en México, contenidos en el T-MEC. Pero este hecho coyuntural perderá impulso a partir de 2022, cuando la economía estadounidense regrese a un crecimiento normal. Dicho en otras palabras, los magníficos números que mostrará EU este año no se repetirán en los años siguientes, la economía de ese país regresará a sus crecimientos promedio de entre 2.5 y 3%.
Debido a lo anterior, en lugar de echar las campanas a volar, el gobierno debería de estar preparando políticas públicas que incentiven la inversión privada sin la cual no hay manera que el país se desarrolle y crezca. Lo que no está sucediendo, sigue siendo evidente la confrontación de la administración con el sector privado. Desafortunadamente, los radicales en el Gabinete Presidencial son los que tienen más fuerza e impiden la modernización y el desarrollo del país. El mejor ejemplo es la muy triste actuación del director de la Comisión Federal de Electricidad (CFE) y de la Secretaria de Energía, que han lanzado iniciativas retrogradas para regresarle a la CFE el monopolio que tenía, abandonando la producción de energías limpias y renovables para regresar al uso de energías sucias, caras e ineficientes, que además de dañar la naturaleza, significan energías más costosas que el pueblo tendrá que pagar, simple y sencillamente, por un tema ideológico indefendible en el siglo XXI.
Supongo, que los “acuerdos” entre los grandes empresarios y el presidente de la República, han sido solo pláticas de buena voluntad porque no han mostrado resultados reales. La inversión privada sigue estancada. Se invierte lo mínimo necesario para poder seguir funcionando, pero no se ven planes de expansión, ni nuevos proyectos realmente importantes. Los grandes empresarios en términos generales --puede haber excepciones-- no le tienen confianza al Régimen, pero no se atreven a decírselo, al presidente no le caen bien estos empresarios, pero tampoco se los dice de frente, solo a través de mensajes en sus mañaneras. Así, nunca vamos a progresar.
Para acabar de descomponer el ambiente, las descalificaciones presidenciales a las clases medias en virtud de los resultados electorales que no le gustaron al primer mandatario han sido, y lo digo con todo respeto, muy desafortunadas. No es posible que se critique a quien quiere superarse y estudiar, a quien logra sus objetivos con gran esfuerzo. La clase media es el único antídoto contra la pobreza. En la medida en que esta crezca y se desarrolle tendremos menos pobres, no hay otra receta o qué se busca tener un país de mediocres, sin ambiciones ni esperanzas. Insisto, este ataque fue desafortunado y tampoco abona a la confianza.
Las comparaciones son muy feas, pero ni modo las tenemos que hacer. La grandeza de EU se finca en su enorme clase media, por eso son importantes y poderosos, no por sus cientos de billonarios, sino por sus millones de clase media que hacen al país más fuerte y próspero. El abdicar de la gente a ser clase media sería como condenar a nuestra gente a la mediocridad que solo genera pobreza.
Es imperativo restablecer la confianza, dejar a un lado los prejuicios e ideologías, concentrarnos en lo que es bueno para el país y lo que no lo es, independientemente de si las iniciativas son de liberales, neoliberales, conservadores o socialistas, si las iniciativas son buenas, adelante, que no se destruya lo que funciona con independencia de quien lo inventó.
Lo primero debe ser México, no defender ideologías que no traen nada bueno, que no generan bienestar, riqueza, ni oportunidades. Queremos un México con menores niveles de pobreza, ese debe ser el objetivo, lo demás sale sobrando.
Manuel Somoza